Nuestro maravilloso Dios
domingo, 01 may. 2022
Recibir para dar
«El Señor le dijo a Abram: "Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete la tierra que te mostraré. Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; [...] y serás una bendición"». Génesis 12: 1-2, NVI
SE CUENTA QUE CUANDO UN PACIENTE visitaba el consultorio del Dr. Alfred Adler, por motivos de depresión, el reconocido psiquiatra de inmediato le preguntaba si deseaba curarse. La respuesta siempre era la misma.
-¡Por supuesto que sí! Y la «receta» de Adler también era la misma:
-Cada día, durante dos semanas haga algo que le brinde felicidad a otra persona. *
La terapia que Adler prescribía a sus pacientes tenía resultados garantizados porque fuimos creados para ser canales de bendición para otras personas. Y esto es exactamente lo que nos recuerda nuestro texto bíblico de hoy. «Te bendeciré», le dijo el Señor a Abram, «y serás una bendición». ¿Cómo bendijo Dios al patriarca? Abraham (que así fue llamado después de que Dios cambió su nombre) llegó a ser padre de una gran nación, se ganó el respeto de sus vecinos, y fue un hombre «riquísimo en ganado, y en plata y oro» (Gén. 13: 2). Pero el patriarca no debía adueñarse de manera egoísta de estas bendiciones. Recibiría para dar. Y por el registro bíblico sabemos que esto fue precisamente lo que hizo, al beneficiar a otros con sus bienes, y especialmente al compartir el conocimiento de Dios dondequiera que se establecía.
Con su ejemplo, Abraham demostró que «la ley de la vida para el universo» consiste en recibir para dar, tal como lo dice la conocida cita de El Deseado de todas las gentes: «No hay ningún pájaro que surca el aire, ningún animal que se mueve en el suelo, que no sirva a alguna otra vida. No hay siquiera una hoja del bosque, ni una humilde brizna de hierba que no tenga su utilidad. [...]. El sol derrama su luz para alegrar mil mundos. El océano, origen de todos nuestros manantiales y fuentes, recibe las corrientes de todas las tierras, pero recibe para dar» (cap. 1, p. 12).
Más importante aún, con su ejemplo el patriarca glorificó el nombre de Dios. ¿Por qué lo sabemos? Porque al mirar a Jesús vemos que «la gloria de nuestro Dios consiste en dar» (Ibíd.).
¿Estás recibiendo bendiciones diariamente? ¿Y las estás compartiendo? Recuerda que el plan de Dios consiste, no solo en bendecirte, sino en que tú seas una bendición para otros.
Querido Jesús, así como por tu intermedio nos llegan a diario las bendiciones celestiales, hoy yo también quiero dar a otros de lo mucho que he recibido, y así también ser parte del «circuito de beneficencia que representa el carácter del gran Dador, la ley de la vida» (El Deseado de todas las gentes, cap. 1, p. 13).
*Citado en Thomas Lickona, Character Matters, Touchstone Books, 2004, p. 278.
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