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jueves, 23 de diciembre de 2021

Lección 13 | Jueves 23 de diciembre LA RESURRECCIÓN DE TODOS NOSOTROS

Con la luz superadora del Nuevo Testamento, la exclusión de Moisés de la Tierra Prometida no parece un gran castigo, al fin y al cabo. En lugar de una Canaán terrenal y más adelante una Jerusalén terrenal (que durante toda su  historia  conocida  ha sido  un  lugar de  guerra,  conquista  y sufrimiento), “Jerusalén la celestial” (Heb. 12:22) es, incluso ahora, su hogar. ¡Una morada mucho mejor, de seguro! Moisés es el primer ejemplo bíblico de la resurrección de los muertos que se conozca. Enoc fue llevado al cielo sin haber visto la muerte (Gén. 5:24), y Elías también (2 Rey. 2:11),  pero hasta  donde llega el  registro escrito,  Moisés fue el primero en haber resucitado a la vida eterna. No sabemos cuánto tiempo Moisés durmió en la tierra, pero en lo que a él respecta,  tampoco  importa.  Él  cerró  los  ojos  al  morir,  y  si  fueron  tres  horas o  trescientos  años,  para  él  fue lo  mismo. También es  lo  mismo  para  todos los muertos a lo largo de la historia; la experiencia de ellos, al menos en lo que respecta a estar muertos, no será diferente de la de Moisés. Cerramos los ojos al morir, y lo siguiente que sabremos es la segunda venida de Jesús o, desgraciadamente, el Juicio Final (ver Apoc. 20:7-15). Lee 1 Corintios 15:13 al 22. ¿Qué gran promesa tenemos aquí, y por qué las palabras de Pablo tienen sentido solo si entendemos que los muertos duermen en Cristo hasta la resurrección? Sin la esperanza de la resurrección, no tenemos ninguna esperanza. La resurrección de Cristo es la garantía de la nuestra; habiendo “efectuado la purificación de nuestros pecados” (Heb. 1:3) en la Cruz como nuestro Cordero sacrificial, Cristo murió y resucitó de entre los muertos y, a causa de su resurrección, tenemos la garantía de nuestra resurrección, siendo Moisés el primer ejemplo de un ser humano caído y resucitado de entre los muertos. Como consecuencia de lo que Cristo haría, Moisés resucitó; y por causa de lo que Cristo ha hecho, nosotros también resucitaremos. A pesar de que al final flaqueó, podemos encontrar en Moisés un ejemplo de salvación por fe, fidelidad y confianza en Dios. Y, en todo el libro de Deuteronomio, podemos ver a  Moisés procurando  llamar al pueblo  de  Dios a una fidelidad similar. También nosotros, que estamos en la frontera de la Tierra Prometida, recibimos el mismo llamado. ¿No es este mismo Dios el que nos llama a la fidelidad? ¿Qué podemos hacer para asegurarnos de no cometer los mismos errores que Moisés advirtió en Deuteronomio?

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