Pablo: Reavivado por una pasión
domingo, 01 ago. 2021
Cosecharás tu siembra
“Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo, a todos los santos en Cristo Jesús que están en Filipos, con los obispos y diáconos” (Filipenses 1:1).
La carta a los Filipenses fue escrita en Roma durante el primer encarcelamiento de Pablo, para los cristianos en Filipos, una ciudad de Macedonia. Es una carta de consejos espirituales, de un amigo a sus amigos. Pablo les cuenta a los filipenses sobre su encarcelamiento, de los progresos del evangelio en Roma y de los intentos de adversarios para angustiarlo por medio de la oposición. También escribe sobre la paz interior y la alegría experimentadas en las aflicciones.
En el capítulo 1, Pablo manifiesta gratitud a Dios y amor por los filipenses, ora por el crecimiento de ellos en la gracia y en el conocimiento de Dios y describe los resultados positivos de su estadía en Roma. ¡Qué maravilla saber que Dios es capaz de usar situaciones adversas para promover el crecimiento de las personas! Así, el apóstol hace una afirmación poderosa: “Para mí, el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Fil. 1:21). De este modo, evidencia que está dispuesto a glorificar a Cristo con la vida o con la muerte.
Por otro lado, él anima a mantener la unidad en Cristo y en la iglesia sin intimidarse ante ninguna persecución. Todos pasamos por dificultades: algunos desisten ante los desafíos, mientras que otros persisten, se acercan más a Dios y son fortalecidos. Y tú ¿cómo te comportas ante los problemas?
Nuestros pioneros en tierras sudamericanas tuvieron ciertos días difíciles y adversos. Un día, Francisco Westphal, el primer pastor adventista en este extremo del continente, llegó al punto de no tener alimentos para él y su familia. Aquel invierno en Crespo (Argentina) fue frío, lluvioso y largo. El hermano Conrad Keipp “intuyó” que podría faltarle alimento a la familia del pastor. Por eso, cargó su carro ruso con papas, repollos, huevos y otros alimentos, y fue hasta la casa de los Westphal.
Allí fue recibido por Carlos, el hijo de doce años, quien, llorando, le reconoció que su llegada era la respuesta de Dios a sus oraciones, pues no tenían nada para comer. Pasaron muchos años, y Carlos llegó a ser el director del Sanatorio Adventista del Plata. Como profesional, en otra noche fría tuvo que recibir y atender a un ancianito enfermo y frágil. Se trataba de don Keipp, el mismo que lo había alimentado décadas atrás. Carlos le ofreció hospedaje y asistencia médica gratuitos hasta el final de sus días.
Pon atención a lo que haces porque, tarde o temprano, cosecharás tu siembra.
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