Nuestro maravilloso Dios
domingo, 07 ago. 2022
Dios está de tu lado
«Tú llevas la cuenta de todas mis angustias y has juntado todas mis lágrimas en tu frasco; has registrado cada una de ellas en tu libro». Salmos 56: 8, NTV
DE ACUERDO A LA INFORMACIÓN del sobrescrito, el Salmo 56 fue escrito por David cuando, desesperado por la fiera persecución de Saúl, huyó a territorio filisteo. En esa ocasión David sintió tanto temor de Aquis, rey de Gat, que fingió estar loco y así engañar a los filisteos (ver 1 Sam. 21: 13).
El Salmo 56 comienza con un pedido de misericordia. David siente que sus enemigos lo acechan en todo momento y que, a menos que Dios haga algo, será finalmente devorado. Luego, en la segunda parte, agradece a Dios porque confía en que la liberación llegará. En medio de ambas secciones, está nuestro texto de hoy: «Tú llevas la cuenta de todas mis angustias y has juntado todas mis lágrimas en tu frasco» (vers. 8, NTV).
¿«Lágrimas en un frasco»? ¿Estaba David usando aquí una figura del lenguaje, o haciendo alusión a alguna costumbre de la época? Cuando el Dr. Lloyd Erickson, autor del libro El abrazo de Dios, leyó este pasaje, contactó al personal del Museo Arqueológico Horn, de la Universidad Andrews. Para su sorpresa, los arqueólogos de la universidad le informaron que habían encontrado varias de esas botellas mientras excavaban en tumbas antiguas. Le dijeron que, antiguamente, mientras lloraban la muerte de un ser querido, los familiares se aseguraban de recoger en botellitas las lágrimas que derramaban, para luego enterrarlas cuando daban sepultura al fallecido. Cuenta el Dr. Erickson que posteriormente visitó el Museo y ahí pudo tener en sus manos una de esas botellas de lágrimas. ¡Tenía más de dos mil años de antigüedad!
Aunque no hay seguridad de que David se refería específicamente a esa costumbre, sí sabemos que, en sus pruebas más extremas, cuando su vida misma estaba en peligro, él confiaba en que Dios conocía sus angustias. David no solo confiaba en que sus lágrimas no pasaban desapercibidas para Dios; creía además que la ayuda divina le llegaría en el momento de mayor necesidad: «Mis enemigos emprenderán la retirada –escribió— cuando yo clame a ti por ayuda» (vers. 9, NTV).
¿Sobre qué base se apoyaba el salmista para creer que Dios conocía sus angustias, y que haría algo para aliviarlas? «Una cosa sé - dijo—: Dios está de mi lado» (ibíd.)
¿No es esto maravilloso? Si ahora mismo lloras por las muchas aflicciones que oprimen tu corazón, recuerda que Dios toma nota de tus lágrimas; y que, en medio de tus angustias, él siempre estará de tu lado.
Y con Dios de tu lado, ¿quién podrá contra ti?
Gracias, Padre celestial, porque aun mis lágrimas están ante tu presencia, y porque me respondes cuando clamo a ti en busca de ayuda.
*Lloyd Erickson, El abrazo de Dios, APLA, 2003, pp. 36-37.
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