Nuestro maravilloso Dios
viernes, 12 ago. 2022
¡Lo que hace Dios!
«Que nadie te menosprecie por ser joven". 1 Timoteo 4: 12, NVI
JOHN DESEABA SER UN PREDICADOR del evangelio, pero estaba enfermo de malaria. Entonces hizo un pacto con Dios: si Dios lo sanaba, dedicaría su vida a predicar la Palabra. Al día siguiente, nos cuenta Norma J. Collins, la fiebre desapareció.
Ahora le tocaba a John cumplir su parte del pacto. Pero, ¿cómo lo haría, sin dinero ni ropa? Cuando John se sintió fuerte como para trabajar, cortó leña para un vecino. Así se ganó su primer dólar. Al enterarse de que John quería predicar la Palabra, este mismo vecino le regaló ropa presentable. Pero era muy grande. Entonces John la recortó a su medida.
John ya estaba listo para predicar. Fue entonces cuando Caleb Broughton, un amigo de la familia, lo visitó para preguntarle qué planes tenía para el invierno. Cuando el Sr. Broughton supo que John quería ir a Rochester para predicar, una amplia sonrisa se dibujó en su rostro.
-John - le dijo el Sr. Broughton—, un día fui a visitar a tu padre cuando tenías solo dos años. Tú jugabas con unos bloques de madera mientras tu padre hablaba de los sueños que él tenía para tus hermanos. Entonces le pregunté qué esperaba de ti. Me dijo: «Este muchachito va a hacer sonar la trompeta del evangelio».
Dicho esto, le entregó tres dólares a John, «para cubrir sus gastos».
El 2 de enero de 1849, en una iglesia bautista de Kendall Corners, Nueva York, John predicaba su primer sermón. Durante dos noches, el predicador de 17 años, vestido «con ropas cómicas», predicó con poder, citando siempre la Biblia como su fuente de información. El impacto fue tal, que el pastor de la iglesia decidió dar por terminadas las conferencias, alegando que el local se iba a usar en las noches siguientes para clases de canto. La gente no le creyó. Entonces uno de los asistentes ofreció la sede de la escuela para que las charlas continuaran, y así ocurrió durante las cinco noches siguientes.
Al día siguiente, uno de los ministros locales desafió a John. El desafío consistía en que podía mostrar por la Biblia que los muertos van directamente al cielo, y que podía leerlo en Apocalipsis 25.
-Solo hay 22 capítulos en el Apocalipsis - le respondió John, respetuosamente. Su texto está tres capítulos «fuera» de la Biblia.
Nerviosamente, el hombre buscó el texto en la Biblia. Al no poder encontrarlo, dijo que tenía una cita, y «se perdió del mapa».*
El joven de nuestro relato es John Loughborough, poderoso predicador y cronista de los comienzos de nuestra iglesia. Su experiencia nos recuerda que nadie debe menospreciarte porque eres joven; y nos muestra todo lo bueno que puede suceder cuando jóvenes y adultos nos consagramos completamente a Dios.
Capacítame, Señor, para entender tu Palabra, y para compartirla con quienes no te conocen.
*Norma J. Collins, Heartwarming Stories of Adventist Pioneers, t. 2, Review and Herald, 2007, pp. 152-161.
No hay comentarios:
Publicar un comentario