Nuestro maravilloso Dios
martes, 26 jul. 2022
A través de la tormenta
«Les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo». Mateo 28: 20, NVI
NO ME GUSTAN LAS CONSULTAS MÉDICAS, pero cada vez que visito el consultorio de mi médico veo un letrero que dice: «No le digas a Dios lo grandes que son tus problemas. Diles a tus problemas lo grande que es tu Dios».
No hace mucho leí una historia que me hizo recordar ese letrero. La cuenta Robert Schuller, y tiene que ver con Hazel, una mujer a quien le gustaba cantar, pero que tenía mucha dificultad para mantenerse en el tono adecuado. A pesar de esta limitación, ingresó al coro de la iglesia, pero pronto tuvo que salir porque, bueno... desentonaba.
Cuenta Schuller que, poco antes de esta experiencia con el coro, la madre de Hazel había muerto. Mientras cuidó de ella, durante años, Hazel no salió con amigos, ni tampoco participó de las típicas actividades juveniles. Por lo tanto, nunca se casó. Cuando tenía unos sesenta años, sin familiares cercanos, sin dinero y sin haber cumplido sus sueños, no es de sorprender que Hazel se sintiera muy infeliz. Sola, en el desgastado apartamentito donde vivía, se preguntaba si su vida tenía algún significado.
Un día, cuando Hazel salía del apartamento, supo que se había mudado al edificio un joven de mal aspecto, de pelo largo y barba abundante. Escuchó a varias inquilinas hablar de la necesidad de reforzar las cerraduras, como medida de protección.
Una noche, cuando Hazel regresaba a su vivienda, vio a un hombre en actitud sospechosa. « ¿Será el hippie?», se preguntó. Con el corazón latiéndole aceleradamente, lo único que se le ocurrió a Hazel fue cantar «You never walk alone» (Nunca caminarás solo): «Cuando camines a través de la tormenta/ Mantén en alto la cabeza/ Y no temas a la oscuridad...». Cuando finalmente llegó a su apartamento, agradeció a Dios por haberla cuidado.
Al día siguiente, Hazel encontró una nota en la puerta. La había escrito el hippie, y decía: «No sé quién es usted, pero quiero darle las gracias por haberme cantado anoche. Ya había decidido suicidarme cuando escuché que nunca camino solo. Usted me salvó la vida. Ahora me dirijo a otra ciudad donde sé que conseguiré el tipo de trabajo que necesito. Gracias. Adiós».*
¿Será que esa noche, por primera vez en su vida, Hazel pudo entonar bien? Probablemente, no. Incluso, según ella contó posteriormente, ni siquiera estaba segura de haber recordado bien la letra de la canción; sin embargo, ¡Dios la usó para salvar la vida de ese joven!
¿Estás, ahora mismo, caminando a través de la tormenta? Si es así, recuerda que nunca caminas solo/sola. Cuando salgas por la puerta de tu casa hoy, mantén tu frente en alto, y enfrenta tus desafíos con la seguridad de que Dios está contigo.
Padre amado, gracias por tu promesa de que estarás conmigo todos los días, hasta el fin del mundo.
*Robert Schuller, Life Changers. A Jove Book, 1981, pp. 27
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