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miércoles, 8 de junio de 2022

Matutina para Adultos

Nuestro maravilloso Dios 
 miércoles, 08 jun. 2022 
 Convertir los fracasos en victorias 

 «Por la fe salió de Egipto sin tenerle miedo a la ira del rey, pues se mantuvo firme como si estuviera viendo al Invisible». Hebreos 11:27, NVI 

  ¿POR LA FE DEJÓ MOISÉS A EGIPTO? Si uno lee el capítulo dos del libro de Éxodo, la historia pareciera ser otra. Ahí leemos que, Moisés huyó de la presencia del faraón luego de dar muerte a un capataz egipcio. ¿Por qué, entonces, dice el autor de Hebreos que «por la fe [Moisés] dejó a Egipto»?

El libro Patriarcas y profetas nos da una buena pista para entender esta aparente discrepancia. Ahí se dice que el informe de lo ocurrido entre Moisés y el egipcio llegó al faraón «exagerado en sumo grado» (cap. 22, p. 225). Se le dijo al monarca que el propósito de Moisés era «acaudillar a su pueblo contra los egipcios, [...] derrocar el gobierno y ocupar el trono». Con razón «el monarca decidió en seguida que Moisés debía morir» (Ibíd.).

¿Cuáles eran las opciones de Moisés? La verdad, solo una: huir. En tales circunstancias, permanecer en Egipto no habría sido un acto de fe, sino de presunción. Más aún, el hecho de que Dios no le indicó otra cosa; y de que, más bien, «dirigió su marcha» a Madián, sugiere que aun de estas circunstancias adversas Dios sacaría algún provecho. ¿En qué sentido? Al dar muerte al egipcio, Moisés había mostrado que no estaba listo para la obra que Dios le había asignado. La primera lección que debía aprender era, por lo tanto, «no depender, para el cumplimiento de las promesas de Dios, de la fuerza y la sabiduría humanas, sino del poder divino» (p. 225).

Por otra parte, ¿en algún momento sintió miedo Moisés? Claro que sí. Por esa razón «huyó de la presencia del faraón» (vers. 15). ¡Pero cuántas cosas buenas resultaron de esa huida a tiempo! En el desierto, durante cuarenta años, Moisés «desarrolló hábitos de cuidado atento, olvido de sí mismo y tierna solicitud por su rebaño, que lo prepararon para ser el compasivo y paciente pastor de Israel» (Ibíd., pp. 225-226).

¿Alguna lección para nosotros? ¡Absolutamente! Una, que el temor no es incompatible con la fe. El salmista David, por ejemplo, escribió: «En el día que temo, yo en ti confío» (Sal. 56:3). Cuando te asalte el temor, ¡busca refugio en los brazos de tu Padre celestial! Ahí encontrarás, además de seguridad, dirección para saber cómo enfrentar tus desafíos.

La otra lección es que Dios puede convertir tus fracasos en victorias. Grande fue la caída de Moisés cuando, con sus fuerzas, quiso «ayudar a Dios» a cumplir sus promesas. Pero mayor fue su victoria cuando, en la escuela del desierto, aprendió a perseverar «como viendo al Invisible».

Padre celestial, al igual que Moisés, hoy quiero vivir «como si estuviera viendo al Invisible». Ayúdame a convertir mis temores en oportunidades; y mis fracasos, en victorias que glorifiquen tu nombre.

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