Nuestro maravilloso Dios
viernes, 03 jun. 2022
Rostros que dicen «sí»
«El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley». Gálatas 5:22
CUANDO VIAJO A OTROS PAÍSES, al llegar a la sala de control de pasaporte acostumbro estudiar los rostros de los oficiales de inmigración antes de decidir en qué fila ubicarme, si me es posible. La idea es procurar que me atienda un oficial de esos con «rostros que dicen sí».
«Rostros que dicen sí». ¿Qué significa? Charles Swindoll lo ilustra bien por medio de una anécdota de los días cuando Thomas Jefferson era presidente de los Estados Unidos. Dice el relato que Jefferson y un grupo de amigos viajaban a caballo a través de un campo cuando llegaron a un río que se había desbordado por las fuertes lluvias. El puente había sido destruido, y para los jinetes estaba bien claro que, si querían atravesar el río, lo harían a riesgo de sus vidas.
Mientras uno a uno los jinetes atravesaban el río cuidadosamente, un hombre que no era parte del grupo, y que no se atrevía a cruzar, le preguntó al presidente Jefferson si podía hacerle el favor de transportarlo. El presidente accedió, y al poco rato los dos hombres estaban a salvo en la otra orilla. Entonces, asaltado por la curiosidad, uno de los miembros del grupo se dirigió al extraño.
-Amigo, ¿por qué seleccionó al presidente para que lo ayudara?
-¿El presidente? --respondió el hombre, sorprendido—. No sabía que era el presidente. Lo que pasó es que en los rostros de algunos de ustedes vi dibujado un «no». En su rostro, en cambio, vi un «sí».*
Cuando leí este relato, me pregunté: ¿Qué verá la gente en mi rostro: un sí o un no? ¿Qué veía la gente en el rostro de Jesús? No puedo responder a la primera pregunta, pero me atrevo a responder a la segunda diciendo que había un gran «sí» dibujado en el rostro de nuestro Señor. De no haber sido así, ¿cómo explicar que los niños acudieran a él sin temor alguno, y que personas de todas las edades lo buscaran confiados de que no serían rechazados?
Oremos para que Cristo more hoy en nuestro corazón, por medio de su Santo Espíritu. Solo así los frutos del Espíritu se manifestarán en nuestra vida y reflejaremos cada vez más de la belleza de su carácter, tal como lo indica la siguiente promesa: «Aquellos con quienes mora Cristo serán rodeados de una atmósfera divina. Sus blancas vestiduras de pureza difundirán la fragancia del jardín del Señor. [Y] sus rostros reflejarán la luz de su semblante» (Mensajes para los jóvenes, cap. 142, p. 297).
Amado Jesús, oro para que la influencia refinadora de tu Espíritu purifique mi corazón y mi vida refleje la dulzura de tu carácter.
*Charles Swindoll, The Grace Awakening, Word Publishing, 1990, pp. 5-6.
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