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miércoles, 29 de junio de 2022

Matutina para Adultos

Nuestro maravilloso Dios 
 miércoles, 29 jun. 2022 
 «Corky» 

 «No se olviden de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen, porque esos son los sacrificios que agradan a Dios». Hebreos 13: 16, NVI 

  «SEÑOR, ANHELO VER TU ROSTRO», pidió Diana en oración. Poco después recibió un mensaje de urgencia en el que se le avisaba que una paciente, de nombre Corky, sería transferida a su distrito en 24 horas. Corky necesitaría toda la ayuda médica que pudiera recibir, pues se encontraba en la fase terminal de su enfermedad. Pero el informe también decía que Corky no seguía instrucciones y era difícil de manejar. Cuando Diana se trasladó a la dirección donde podía ubicar a Corky, encontró que era la de un remolque. A la entrada la saludó Mike.

-¿Es usted la enfermera? —preguntó Mike, mientras la invitaba a entrar. El lugar dejaba mucho que desear y requería una limpieza profunda.

-Disculpe el desorden -dijo Mike. He estado limpiando toda la noche para que ella pueda mudarse. Creo que le va a gustar.

Mientras Diana llenaba los formularios de rigor, Mike dijo que a Corky no le quedaba mucho tiempo de vida y pidió que le brindaran toda la ayuda que necesitaba. Ya de regreso en su oficina, Diana revisó la historia médica de Corky y supo que tenía cáncer de seno, pero no había recibido el tratamiento adecuado porque simplemente se había negado a recibirlo. En los días que siguieron, todo un equipo de enfermeras y asistentes se aseguraron de que nada le faltara a Corky. Mike, por su parte, estuvo a su lado las veinticuatro horas, cuidando de ella, y asegurándose de que comiera y tomara sus medicinas.

Cuando Corky falleció, Mike lloró silenciosamente. Tratando de consolarlo, Diana le dijo que él había hecho todo lo que un esposo podía haber hecho.

-¿Esposo? -respondió Mike con sorpresa—. ¡Yo apenas la conozco!

Ante la mirada sorprendida de Diana, Mike explicó. Corky vivía en la calle, sin nadie que cuidara de ella. Cuando él se enteró de su situación, y supo que estaba muriendo, compró el remolque para que Corky tuviera un lugar decente donde vivir. O sea, una versión moderna de la parábola del Buen Samaritano.

Mientras Mike hablaba, las lágrimas rodaban por sus mejillas. Entonces Diana recordó su oración de unos días atrás. Ella le había pedido a Dios que anhelaba ver su rostro. ¿Era esta la respuesta a su oración? «Aunque era Mike el que estaba ante mí —cuenta ella-, [ese día] vi el rostro de Jesús».*

Hoy, Padre celestial, quiero ser un Buen Samaritano para alguien en necesidad. Ayúdame a reflejar el rostro de Jesús dondequiera que yo esté.

* Diana Dyer, «To See His Face», en Adventist World, julio de 2015, pp. 38-39.

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