Nuestro maravilloso Dios
domingo, 26 jun. 2022
Hijos de la luz
«Ustedes antes vivían en la oscuridad, pero ahora, por estar unidos al Señor, viven en la luz. Pórtense como quienes pertenecen a la luz, pues la luz produce toda una cosecha de bondad, rectitud y verdad». Efesios 5: 8-9, DHH
NO SUCEDE CON FRECUENCIA que a un autor le pregunten sobre un proceder aparentemente deshonesto mientras está escribiendo un artículo sobre la honestidad. Pero eso fue precisamente lo que le sucedió a Kathryn Lay. Mientras escribía su artículo «Let's Be Honest» (Seamos honestos), Kathryn recibió una llamada de una amiga pidiéndole su consejo acerca de un dilema moral que enfrentaba. Esta amiga desesperadamente necesitaba dinero cuando supo de una empresa que estaba pagando cuarenta dólares por participar durante dos horas en un proyecto de investigación.
¿Cuál era el problema? Que ella quería que su esposo también participara, y así ganar otros cuarenta dólares, pero la condición era que los participantes no se conocieran entre ellos. La decisión no era, en realidad, difícil de tomar. Solo uno de los dos podía participar, pero entonces uno de los empleados de la firma investigadora le sugirió que ella usara su apellido de soltera, dieran diferentes números telefónicos, y que simularan no conocerse.
¿Qué era más importante: la necesidad de dinero o el deber de ser honestos? Al final su amiga decidió ser honesta. Solo ella asistiría. Poco después de haber tomado su decisión, llegó el correo. ¡Uno de los sobres contenía un cheque por una cantidad superior a los cuarenta dólares!
El dilema que esta pareja enfrentó es el mismo que tú y yo enfrentamos a diario. «¿Debo devolver ese dinero extra que, por equivocación, el cajero me dio en el supermercado?» ¿Declararé todos mis ingresos al impuesto?» ¿Diré siempre la verdad, aunque deba enfrentar las consecuencias?»
La respuesta de Kathryn en su artículo es un contundente sí, y lo ilustra con una pequeña experiencia que vivió mientras estaba en el correo con su hijita de cuatro años. Dice ella que, después de comprar un paquete de estampillas, se dio cuenta de que había recibido más estampillas de las que había pagado. Entonces regresó al correo, hizo nuevamente la fila y le explicó al empleado lo ocurrido. Mientras el sorprendido empleado agradecía a Kathryn, se escuchó la voz de la niña:
-Jesús no quiere que mi mami robe —dijo.*
¿Vale, entonces, la pena ser honestos? Definitivamente sí. Además de una conciencia limpia, estaremos mostrando a nuestros hijos cómo responder a sus «pequeñas tentaciones». Por sobre todo, como dice nuestro texto de hoy, cada vez que tú y yo somos honestos nos estamos portando «como quienes pertenecen a la luz».
¡Cómo podemos seguir en la oscuridad quienes ahora pertenecemos a la luz!
Hoy quiero vivir, Señor, como quien pertenece al reino de la luz. Que mi testimonio produzca «toda una cosecha de bondad, rectitud y verdad» y glorifique así tu nombre.
* Kathryn Lay, «Let's Be Honest», en Signs of the Times, enero de 1998, p. 12.
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