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jueves, 2 de junio de 2022

Matutina para Adultos

Nuestro maravilloso Dios 
 jueves, 02 jun. 2022 
 ¿Crees en los milagros? 

 «Antes que clamen, yo responderé». Isaías 65:24 

  LOS HECHOS SUCEDIERON UN VIERNES en la mañana. El doctor Calvin Miller estaba de guardia en el Hospital de Warburton, Australia, cuando lo abordó un hombre que había manejado más de cien kilómetros en busca del hospital más cercano.

—Hay una mujer en mi automóvil, y creo que está muerta —le dijo el hombre al Dr. Miller.

—¿Qué le ocurrió? —preguntó el doctor. --Es nuestra vecina. Mi esposa fue a visitarla y la encontró tirada en el piso.

Ahí estaba la mujer. Su rostro, pálido; su pulso, casi inaudible. Viva —según dijo el Dr. Miller— pero con el abdomen hinchado, probablemente lleno de sangre, urgida de ser operada de inmediato.

El personal se preparó para la intervención quirúrgica, pero tenían un serio problema: no había un anestesista. Entonces el Dr. Miller oró en silencio: «Señor, la vida de esta mujer está en peligro. Necesito desesperadamente un anestesista». Lo que siguió fue un hecho verdaderamente sorprendente. Justo cuando se preparaban para aplicar la anestesia, entró a la sala de operaciones un desconocido. Se identificó como el Dr. Smith, ¡un anestesista! Durante la operación que siguió, el Dr. Miller se dio cuenta de la causa de la hemorragia: una arteria rota. Después de suturarla, el Dr. Miller supo que la paciente viviría. Entonces se dirigió al anestesista.

—¿Cómo es que usted apareció en el momento preciso?

-Esta mañana cuando me presenté al hospital donde trabajo, me notificaron que todas las citas habían sido canceladas. Entonces pensé: «¡Qué bueno! Me iré a descansar este fin de semana a un lugar donde no haya hospitales». No lo puedo explicar, pero sentí el impulso de venir a Warburton, adonde nunca había venido. Cuando llegué, vi este edificio pero pensé que era un hospedaje. Me identifiqué ante una mujer como el Dr. Smith y le dije que estaba buscando un lugar donde hospedarme. Cuando supo quién era yo, me tomó por el brazo y me dijo: «¡Lo necesitan con urgencia en la sala de operaciones!».

—¿Puede decirme a qué hora sintió que debía venir a Warburton? —Eran las 8:10 de esta mañana.

Entonces el Dr. Miller ató los cabos sueltos. A las ocho se produjo el accidente de la mujer en Matlock, al este de Warburton. A las 8:10, Dios impresionó al anestesista, que estaba al oeste. A las 10:30 él oro pidiendo ayuda, ¡pero Dios ya había respondido su oración dos horas antes! «El problema había venido del este -escribe el Dr. Miller-, y la solución del oeste, sin que yo lo supiera. [...]. Ese día comprendí el significado de la promesa: “Antes que clamen, yo responderé”».*

Gracias, Dios, porque acudes en nuestro auxilio incluso antes de que te lo pidamos en oración. 

*Calvin Miller, «Milagro a las 8:10», en Revista Adventista, ed. Sudamericana, mayo de 2006, pp. 30-31

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