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sábado, 18 de junio de 2022

Matutina para Adultos

Nuestro maravilloso Dios 
 sábado, 18 jun. 2022 
 ¿Cantar en la cárcel? 

 «A eso de la medianoche, Pablo y Silas se pusieron a orar y a cantar himnos a Dios, y los otros presos los escuchaban». Hechos 16:25, NVI 

  ¿CANTAR HIMNOS EN LA CÁRCEL, lugar de palabras obscenas y maldiciones? ¿A quién se le puede ocurrir?

A Pablo y Silas.

Estos dos siervos de Dios estaban en la cárcel por haber liberado, en el nombre de Jesucristo, a «una muchacha que tenía espíritu de adivinación» (Hech. 16:16). Pero en lugar de alegría, la liberación de la joven produjo mucho malestar en los amos, porque ella era una buena fuente de ganancias para ellos. Alarmados ante la perspectiva del fin de su negocio, estos inescrupulosos hicieron arrestar a Pablo y a Silas con el pretexto de que estaban alborotando la ciudad. «Después de haberlos azotado mucho, los echaron en la cárcel» (vers. 23). Entonces sucede lo impensable: a la medianoche, Pablo y Silas comienzan a cantar alabanzas a Dios, agradecidos «por haber sido hallados dignos de sufrir oprobio por su causa» (Los hechos de los apóstoles, cap. 21, p. 161).

Ellos cantaban, y los presos escuchaban. ¡Qué interesante! ¿Por qué, en lugar de maldecirlos, estos hombres de corazones endurecidos los escuchaban? Porque «se preguntaban quiénes podían ser estos hombres que, sufriendo frío, hambre y tortura, podían, sin embargo, regocijarse» (Ibíd.).

De repente, dice la Escritura, se produjo «un terremoto tan fuerte que la cárcel se estremeció hasta sus cimientos. Al instante se abrieron todas las puertas y a los presos se les soltaron las cadenas». Pensando que los presos habían escapado, el carcelero ya se iba a quitar la vida, cuando Pablo le grito: «¡No te hagas ningún mal, pues todos estamos aquí!"» (vers. 28). Temblando, el carcelero preguntó qué debía hacer para ser salvo. Al instante vino la respuesta: «Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú y tu casa. Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa [...], y en seguida se bautizó con todos los suyos» (vers. 31-33).

Asombroso, ¿no es cierto? Y pensar que todo lo bueno que sucedió esa noche comenzó con cantos de alabanza en una oscura cárcel de Filipos.

¿Qué lecciones podemos derivar de este relato? Al menos dos. Una es que, no importa cuán difíciles sean nuestras circunstancias, nada puede impedirnos tener una canción de alabanza en el corazón. La otra, que no importa cuánta oposición Satanás y sus secuaces presenten al evangelio, ¡hay mucho poder en la Palabra de Dios!

Lo mejor del relato es que, no solo el carcelero creyó en Jesucristo, con toda su casa, sino que también la joven liberada del mal espíritu «escogió seguir a Cristo» (Los hechos de los apóstoles, cap. 21, p. 160). ¡Ese es el poder del evangelio de Jesucristo!

Padre celestial, que en medio de las dificultades de este día, yo pueda conservar un canto de alabanza en mi corazón.

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