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sábado, 7 de mayo de 2022

matutina para Adultos

Nuestro maravilloso Dios 
 sábado, 07 may. 2022 
 «Sí, Señor» 

 «Sobre toda cosa que guardes, guarda tu corazón, porque de él mana la vida». Proverbios 4: 23 

  HE LEÍDO MUCHAS DEFINICIONES de lo que es orar. Algunas me gustan más; otras, menos. Sin embargo, hay una que me impacto desde el primer momento que mis ojos se posaron sobre esas seis palabras: «Orar -decía el autor- es un acto de expropiación».*

¿Un acto de expropiación? «¿Cómo puede la oración ser un acto de expropiación?», me pregunté. La explicación la dio el autor con ayuda de una ilustración: «Las manos abiertas». Según escribe Peter van Breemen, orar significa presentarse ante Dios con las manos abiertas. Lo que esto quiere decir es que, cuando nos presentamos ante el Dios del universo, no hay nada que podamos ocultar. Él conoce los anhelos más profundos de nuestro corazón: nuestros amores y temores, nuestras ilusiones y frustraciones. Más importante aún, él ve cargas que no necesitamos llevar, y también los ídolos que ahora mismo están compitiendo por la lealtad que solamente él merece.

Como nuestro Creador y Redentor, podría expulsar a todos los ídolos que de manera ilegítima se han instalado en nuestro corazón, pero él espera que le demos nuestro consentimiento. Porque si hay algo que la Escritura destaca es el profundo respeto que Dios tiene por nuestra facultad de elección. Anhela que digamos «sí, Señor». Porque su deseo es, no solo eliminar de nuestra vida todo aquello que lo deshonra, sino también devolvernos el gozo de vivir de un modo que glorifique su nombre.

¿Qué ídolos hay ahora mismo en tu corazón, o en el mío, que de manera clandestina se han instalado ahí, y que nos están impidiendo entregarnos completamente a Dios? Nuestro bondadoso Padre celestial podría desalojarlos en este mismo instante, pero él espera que digamos «sí, Señor» para expulsar a los invasores.

Pero todavía hay más. Como bien lo expresa van Breemen, Dios no quita nada sin darnos algo mejor a cambio. Él no se conforma solo con ejecutar la expropiación, sino que también desea morar en nuestro corazón. En lugar de las cargas que nos agobian, él quiere traer descanso a nuestras almas; y, en lugar de los ídolos que nos destruyen, su anhelo es morar en nuestra vida por medio de su Santo Espíritu.

¿Hay algo, o alguien, en tu vida que te está impidiendo dar a Dios lo mejor de tus afectos, de tus recursos, de tu tiempo? Si es tu deseo, ahora mismo Dios puede convertir tu oración en un acto de expropiación. Solo tienes que decir: «Sí, Señor».

Amante Padre celestial, desaloja de mi vida todo lo que deshonra tu santo nombre, y en lugar de esos ídolos, establece tu trono en mi corazón por medio de tu Santo Espíritu.

*Peter van Breemen, Called by Name, Dimension Books, 1976, p. 62.

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