Nuestro maravilloso Dios
jueves, 19 may. 2022
«¿Crees esto?»
«Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?». Juan 11:25-26
SI HICIÉRAMOS UNA ENCUESTA preguntando cuál de todos los milagros que la Biblia registra es el más impresionante, seguramente la resurrección de Lázaro ocupará el primer lugar en la selección. Sí, también el cruce del Mar Rojo y la multiplicación de los panes fueron milagros impresionantes, pero ¿traer de nuevo a la vida a un muerto de cuatro días?
Ahora bien, además de ser impresionante, ¿diríamos que es también un milagro relevante? Porque una cosa es que un hecho cause asombro o admiración; otra muy diferente, que sea importante hoy. ¿Qué importancia podría tener para una persona del siglo XXI que Lázaro haya sido resucitado en una aldea llamada Betania hace unos dos mil años?
La respuesta la encontramos en nuestro versículo para hoy, y en los hechos que lo precedieron; específicamente en las palabras que tanto Marta como María le dicen a Jesús cuando finalmente llega a Betania, después de una demora de cuatro días: «Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto» (Juan 11:25; Cf. 32). ¡En la presencia de Cristo, por supuesto, Lázaro no habría muerto! Pero, ¿por qué, entonces, demoró si todavía lo podía salvar?
Demoró porque la enfermedad de Lázaro sería «para la gloria de Dios» (vers. 4). Ese hecho explica por qué, en lugar de apresurarse a sanarlo, Jesús «se quedó dos días más en el lugar donde estaba» (vers. 6). Y por qué, después de que Lázaro muriera, el Señor declarara: «Me alegro por ustedes de no haber estado allí, para que crean» (vers. 14-15, RVC; énfasis añadido).
¿Lo ves? «Me alegro por ustedes... para que crean». La demora tenía un propósito. Aunque la muerte de su hermano sería una dura prueba para la fe de María y Marta, Jesús «sabía que para ellas, para Lázaro, para él mismo y para sus discípulos, había de ganarse una victoria» (El Deseado de todas las gentes, cap. 58, p. 500). Victoria que, además, daría a los sacerdotes «otra evidencia de que él era de veras “la resurrección y la vida"» (Ibíd.)
Lo que estamos diciendo es que, al resucitar a Lázaro, Jesús nos dio «una garantía de la resurrección de todos los justos» (Ibíd., 501); la seguridad de que él es el Autor de la vida, y de que todo el que en él cree «aunque esté muerto, vivirá».
¿Es esto relevante hoy? Por supuesto que sí, porque cuando Jesús dijo: «El que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá», ¡también estaba pensando en ti y en mí!
¿Crees esto?
Bendito Jesús, creo que eres la resurrección y la vida; y que, por el poder de tu palabra, no moriré eternamente. ¿Qué puedo decir, Señor, para agradecerte? De verdad, no tengo palabras.
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