Nuestro maravilloso Dios
martes, 17 may. 2022
El día en que los bancos cerraron
«Abraham llamó el nombre de aquel lugar "el Señor proveerá"». Génesis 22: 14, RVA-2015
¿HAY EN NUESTRA HISTORIA denominacional algún relato al que puedas llamar tu favorito? Yo tengo el mío. Lo leí en un relato escrito por Adriel D. Chilson.*
Según cuenta Chilson, corría el año 1933 y La Gran Depresión estaba golpeando al sistema financiero de los Estados Unidos con toda su fuerza. En medio del clima de incertidumbre, el pastor W. H. Williams, tesorero asociado de la Asociación General, ordenó a su secretario que guardara diez billetes de cien dólares en un sobre, lo fechara, y lo guardara en la caja fuerte. Y lo mismo debió hacer en las siguientes semanas.
Exactamente el dos de marzo de ese año, estando el pastor Williams en la oficina, sintió un toque en sus hombros, y le pareció escuchar una voz que le decía: «Ve a la ciudad de Nueva York esta noche». Sobresaltado, el pastor Williams oró: «Señor —dijo—, no estoy autorizado para hacer transacciones en Nueva York en estos días». Pero entonces escuchó la misma voz que le decía: «¡Ve!».
Lo más rápido que pudo, el pastor Williams se dirigió a la estación del tranvía, y temprano en la mañana ya estaba en Nueva York. «¿Qué hago yo aquí?», era la pregunta que se hacía. Entonces la misma voz le habló: «Ve a los bancos y envía el dinero a los misioneros de cada división». «¿No es demasiado temprano en el mes para hacer esto?», pensó Williams. Aun así, siguió adelante. Fue al primer banco, y ya estaba listo para indicar al cajero que enviara la remesa por un mes, cuando sintió que debía enviar el triple de la cantidad usual. Sintiendo que las piernas le temblaban, Williams fue al segundo banco y realizó la misma operación.
Emocionalmente exhausto, emprendió el viaje de regreso a Takoma Park, Maryland. Ese viernes de noche, el pastor Williams cuenta que durmió profundamente. En la mañana de ese sábado, cuatro de marzo, otra voz lo despertó: la del pregonero que gritaba: «¡Todos los bancos han cerrado!» «¡Los bancos han cerrado en todo el país!». Con lágrimas en los ojos, el pastor Williams reconoció de quién era esa voz, y el porqué de la premura.
Después que se ocultó el sol, el pastor Williams recibió una llamada del Pr. Shaw, tesorero de la Asociación General. Con voz de angustia, preguntaba: «¿Ya escuchaste las noticias? ¿Cómo pagaremos a los misioneros?».
Lo que Pr. Shaw no sabía era que Dios ya estaba listo cuando los bancos cerraron. Ningún misionero dejó de recibir su sustento. ¿Y los empleados de la Asociación General? Pues, tampoco. ¿Recuerdas los sobres de mil dólares que durante semanas se guardó en la caja fuerte de las oficinas?
Gracias, Padre celestial, porque cuando una puerta se cierra, es porque ya has abierto otra.
*Adriel D. Chilson, «When God Provides», en Review and Herald, 1994, pp. 9-13.
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