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viernes, 8 de abril de 2022

Matutina para Adultos

Nuestro maravilloso Dios 
 viernes, 08 abr. 2022 
 En los muros del Salón de la Fama 

 «Si puedes creer, al que cree todo le es posible». Marcos 9:23 

  DE LA VIDA DE NUESTRO SEÑOR, según la registra el Nuevo Testamento, ¿cuáles escenas colocarías en una categoría especial? Algo así como tu «Salón de la Fama».

En los muros de mi Salón de la Fama hay varias de esas escenas favoritas. Cada vez que las contemplo, mi fe se fortalece al darme cuenta del lugar especial que ocupamos en el corazón del Padre celestial. Una de esas escenas es la del atribulado padre que lleva a su hijo poseído por un demonio para que los discípulos lo liberen de su azote (ver Mar. 9: 14-27). Cuando los discípulos fracasan en su intento, el hombre acude a Jesús:

«Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo, el cual, dondequiera que lo toma, lo sacude; echa espumarajos, cruje los dientes y se va secando. Dije a tus discípulos que lo echaran fuera, pero no pudieron»(vers. 17-18).

Cuando el Señor pregunta al padre del muchacho desde cuándo ha estado así, el hombre responde:

«Desde niño. Y muchas veces lo arroja al fuego o al agua, para matarlo; pero si puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros y ayúdanos» (vers. 21-22).

Aquí está la razón por la que este relato ocupa un lugar especial en mi corazón. ¿Qué trae este pobre hombre cuando acude a Jesús en busca de ayuda? Trae un corazón angustiado. Trae una mente plagada de dudas. Y trae, por supuesto, su gran necesidad. ¿Lo reprende el Señor por su poca fe? No. ¿Lo envía de regreso con las manos vacías? Tampoco. En cambio, lo invita a confiar en el Dios de lo imposible.

«Si puedes creer, al que cree todo le es posible» (vers. 23). 

Dicho de otra manera: «Puedo hacer el milagro si tú crees que puedo».

«Inmediatamente el padre del muchacho clamó y dijo: Creo; ayuda mi incredulidad» (vers. 24).

¿Qué necesitamos tú y yo para presentarnos ante Dios? No es precisamente nuestra mucha fe. Lo que necesitamos es clamar por su ayuda apoyados en su gran misericordia.

No sé qué carga pesa ahora sobre tu corazón, pero una cosa sé: cualquiera sea, llévala ahora mismo al Señor y clama por su ayuda apoyándote en su gran misericordia. Su promesa para ti y para mí es: «Al que a mi viene, no lo echo fuera» (Juan 6:37). Lo que esto significa es que ¡no necesitas seguir llevando esa carga un día más!

Padre celestial, tú que conoces mi necesidad, aumenta mi fe para creer que mi clamor de ayuda llegará hasta tu trono de gracia. Ayúdame a creer, además, que tu ayuda llegará en el momento en que más la necesite y de acuerdo a tu voluntad para mi vida.

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