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jueves, 14 de abril de 2022

Matutina para Adultos

Nuestro maravilloso Dios 
 jueves, 14 abr. 2022 
 ¿Solamente un inquilino? 

 «Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios». Efesios 3: 17-19 

  ¿QUÉ QUIERE DECIR EL APÓSTOL PABLO, en nuestro versículo de hoy, cuando escribe: «Que habite Cristo por la fe en vuestros corazones»? La clave para responder la encontramos en la palabra griega que aquí se usa: katoikéo, que significa habitar, morar, permanecer. Según A. T. Robertson, el término literalmente es «establecer un hogar», o también «sentirse como en casa». De acuerdo a estos significados, en opinión de Robertson, lo que el texto indica es que se le pida a Cristo «que establezca su morada en nuestro corazón» de manera permanente. *

¡Qué interesante! Lo que Pablo nos está diciendo en este sublime pasaje de la Escritura es que no debemos tratar a Cristo como un inquilino que temporalmente habita en nuestro corazón. ¿Por qué ha de ser así? En primer lugar, porque no es ese el trato que él merece; en segundo lugar, porque es precisamente su presencia en nuestra vida, por medio del Espíritu Santo, lo que nos permite comprender algo de «la anchura, la longitud, la profundidad y la altura» del amor de Dios que excede a todo conocimiento.

Sin embargo, el asunto, no termina ahí. Además de no darle al Señor Jesús el trato de un visitante esporádico, hemos de preguntarnos: ¿Se siente él «como en casa» en la morada de nuestro corazón?

En este punto conviene recordar la visita que el Señor hizo a Abraham justo antes de la destrucción de Sodoma (ver Gén., caps. 18 y 19). ¿Por qué el Señor no tuvo problema alguno en visitar a Abraham, e incluso comer con él, pero no visitó el hogar de Lot en Sodoma? ¿Será que no se habría sentido «como en casa» en el hogar de Lot?

Todo lo dicho nos conduce a dos preguntas vitales: ¿Es el Señor Jesús un huésped permanente en nuestro corazón o solo un inquilino? ¿Es él parte de mi vida o solo un contacto ocasional?

Es solo cuando Jesús tiene un lugar permanente en nuestra vida y se siente «como en casa» en el trono de nuestro corazón, que podemos ser llenos de «toda la plenitud de Dios».

«Cristo puede entrar a nuestro mundo solamente por medio de la estrecha puerta de un corazón que lo ame» (Helmut Thielicke, Faith: The Great Adventure, Fortress Press, 1985, p. 68).

Amado Jesús, en este momento te pido que siempre seas parte de mi vida. Porque moriste por mí en la cruz, solo tú tienes derecho a reinar sobre mi corazón.

*A. T. Robertson, Word pictures in the New Testament, edición abreviada, Holman Reference, 2000, p 474.

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