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jueves, 31 de marzo de 2022

Matutina para Adultos

Nuestro maravilloso Dios 
 jueves, 31 mar. 2022 
 «Vaya con Dios» 

 «Quédense tranquilos, que el Señor peleará por ustedes». Éxodo 14:14 (RVC) 

  ¿TE HA OCURRIDO QUE, CUANDO TODO TE SALE MAL, a veces culpas a Dios?

Eso era precisamente lo que Margie estaba haciendo mientras conducía su automóvil. Su padre, un médico, estaba luchando contra los devastadores efectos de un cáncer pancreático. Pocos días antes, su madre había fallecido mientras dormía. Además, el banco estaba amenazando con abrir un juicio hipotecario que podría resultar en la pérdida de su casa. Y para colmo de males, su matrimonio estaba a punto de colapsar. Absorta estaba Margie en sus pensamientos cuando divisó por el retrovisor las luces de un patrullero.

—¿Me muestra por favor su licencia y el registro de su auto? Usted estaba manejando a 65 millas por hora en una zona donde la velocidad permitida es de 45.

Después de dar una rápida mirada a la licencia, el oficial repentinamente cambió el curso de la conversación.

—¿Es usted la hija del Dr. Littell?

-Así es respondió Margie-. Me dirigía a su casa para cuidarlo esta noche.

—En ese caso no puedo aplicarle la multa —respondió el oficial, El Dr. Littell atendió a mi madre durante el parto que me trajo a este mundo. Vaya con Dios.

Margie no se fue de inmediato. Permaneció dentro de su auto, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Había estado descargando su ira contra Dios por todo lo malo que estaba sucediendo en su vida, pero ahora, por medio del oficial, Dios parecía estar hablando a su corazón.

Margie se acordó entonces de la señora Stimpson, una ancianita que sí tenía buenas razones para quejarse y, sin embargo, no lo hacía. El esposo de la señora Stimpson estaba muriendo lentamente como producto del cáncer, su hija había muerto en un accidente automovilístico, su nieto estaba en la cárcel, y ella misma caminaba encorvada por los estragos de la artritis. ¿Cómo podía la señora Stimpson lidiar con tantos problemas sin quejarse? Un día Margie se lo preguntó. Con una amplia sonrisa, mientras seguía caminando con su cuerpo encorvado, ella respondió: «Éxodo 14: 14», nuestro texto de hoy.

¿Cómo terminó la experiencia de ese día? Recostando su cabeza del timón de su auto, Margie oro: «Perdóname Señor. Y gracias porque en todo esto has estado conmigo».

Margie luego escribió lo que en su opinión fue la lección que aprendió ese día: «Justo cuando mi bote estaba a punto de hundirse [...] pude escuchar la voz de Dios hablando a mi corazón: «Estad quietos y conoced que yo soy Dios» (Sal. 46:10).*

Padre amado, gracias porque en las buenas y en las malas siempre estás conmigo. 

*Margie Littell Ulrich, «When the Waves Were High and My Boat Was Small», en Adventist Review, 8 de noviembre de 2007, pp. 22-24.

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