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jueves, 3 de marzo de 2022

Matutina para Adultos

Nuestro maravilloso Dios 
 jueves, 03 mar. 2022 
 ¿Primero el abrazo? 

 «Muchos recaudadores de impuestos y pecadores se acercaban a Jesús para oírlo, de modo que los fariseos y los maestros de la ley se pusieron a murmurar: "Este hombre recibe a los pecadores y come con ellos"». Lucas 15: 1-2, NVI 

  ¿POR QUÉ MURMURABAN LOS FARIŞEOS y los maestros de la ley contra Jesús? Nuestro versículo para hoy nos da la respuesta: porque el Señor recibía a los pecadores.

Sin que se dieran cuenta, cuando esos maestros de la ley declararon que Jesús recibía a pecadores con sus palabras expresaron la misión que trajo al Señor a nuestro mundo: «Llamar pecadores al arrepentimiento» (Mat. 9: 13). Por supuesto, Jesús no los contradijo. Más bien, por medio de tres parábolas confirmó que Dios no solo recibe, sino que además celebra con gozo, cuando un pecador decide «regresar a casa», tal como lo ilustra de manera inigualable la parábola del hijo pródigo.

Según el relato de Lucas 15, el hijo menor reclamó la parte de su herencia y abandonó el hogar de su padre. «Cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia y comenzó él a pasar necesidad. Entonces fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual lo envió a su hacienda para que apacentara cerdos. Deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Volviendo en sí, dijo: “¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!"» (vers. 14-17).

Cuando el hijo errante volvió a casa, ¿cómo lo recibió el padre? Dice el relato que «cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y fue movido a misericordia, y corrió y se echó sobre su cuello y lo besó» (vers. 20).

¿Nos damos cuenta de lo que sucede en ese encuentro? El padre no pide explicaciones; ni tampoco hace recriminaciones. Abraza y besa al hijo que estaba perdido, sin siquiera esperar que primero pida perdón. Y luego celebra en familia a lo grande. Por lo menos esta vez acertaron los fariseos: ¡Dios recibe a los pecadores!

Hoy quiero dar gracias porque nuestro Padre celestial nos recibe, a pesar de que nuestra motivación, al buscarlo, es muchas veces egoísta. Quiero dar gracias porque nos abraza, incluso antes de que le pidamos perdón; y porque celebra a lo grande cuando, arrepentidos, regresamos a casa. Sobre todo, alabo su nombre porque «él es bueno, (y) porque para siempre es su misericordia» (Sal. 107: 1).

¿Verdad que no es difícil amar a quien tanto nos ha amado?

Gracias, Padre celestial, porque me aceptas sin recriminarme el mal que he hecho; y porque me amas, incluso antes de que te pida perdón. Quiero comenzar este nuevo día alabándote, y pidiéndote que me ayudes a vivir hoy de un modo que glorifique tu santo nombre.

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