Nuestro maravilloso Dios
viernes, 25 mar. 2022
El gran centro de atracción
«Yo mismo, hermanos, cuando fui a anunciarles el testimonio de Dios, no lo hice con gran elocuencia y sabiduría. Me propuse más bien, estando entre ustedes, no saber de cosa alguna, excepto de Jesucristo, y de este crucificado». 1 Corintios 2:1-2, NVI
PIENSE POR UN MOMENTO EN LOS GRANDES predicadores que el mundo cristiano ha conocido. ¿Qué elemento distintivo de sus mensajes los convirtió en grandes? H. M. S. Richards, uno de esos «grandes», responde: «Los hombres que se han destacado atrayendo a las masas en las grandes ciudades para escuchar su predicación, siempre han sido hombres que han predicado el evangelio».*
Como ejemplo ilustrativo de su punto de vista, el Pr. Richards cita a Charles H. Spurgeon, el hombre a quien, durante más de treinta años, miles de personas escucharon predicar semana tras semana en el Gran Tabernáculo de Londres. ¿Qué factor en particular hizo que una pequeña congregación, que con dificultad lograba reunir a unas doscientas personas, con el paso de los años llegara a reunir miles en cada servicio, incluso los jueves por la noche?
Cuando alguien le preguntó a Spurgeon qué había hecho para que tanta gente escuchara sus sermones, su respuesta no pudo ser más elocuente: «Yo lo único que hago - dijo es predicar el evangelio. Son mis feligreses los que traen a otros feligreses. Salen y dicen a la gente: “Vengan a escuchar a alguien que predica el evangelio"».**
¿Qué hay en el evangelio que atrae con tanta fuerza a hombres y mujeres de todas las edades, razas y clases sociales? Es Cristo. No el Cristo reformador, o revolucionario que algunos quieren presentar; ni siquiera el maestro o moralista: es el Cristo crucificado, «poder de Dios y sabiduría de Dios» (1 Cor. 1:24); el Cristo que dejó el cielo, que vivió entre nosotros y murió en la cruz «para salvación de todos los que creen» (Rom. 1: 16).
¿Está languideciendo la iglesia a la cual asistes? ¡Entonces que se predique a Cristo en esa congregación! ¿Se está «secando» tu vida espiritual? ¡Quizás es porque Cristo no es el centro de tu vida!
Dijo el Señor Jesús: «Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo» (Juan 12:32). Levantemos la cruz del Calvario bien en alto, y el resultado será que Cristo se convertirá en el centro de atención. La gloria de su nombre será nuestra mayor gloria; y los atributos de su inmaculado carácter serán el motivo de nuestra adoración.
Gracias, Jesucristo, por morir en mi lugar en la cruz del Calvario. Quiero, hoy y siempre, levantar bien en alto esa cruz, de modo que solamente tú seas el gran centro de atención.
*H. M. S. Richards, Apacienta mis ovejas, APIA, 2008, p. 152.
** Ibid., p. 153
No hay comentarios:
Publicar un comentario