Nuestro maravilloso Dios
miércoles, 23 mar. 2022
Cuando la sal pierde su sabor
«Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué será salada?». Mateo 5: 13
¿QUÉ IMÁGENES ACUDEN a tu mente cuando piensas en Abraham? La verdad, no es difícil imaginar al patriarca colocando su tienda en un lugar desierto, para luego construir un altar donde adorar a Dios junto con su familia. ¿Y qué imaginas cuando piensas en Lot? No sé en cuanto a ti, pero tiendo a asociarlo con Sodoma. Una diferencia del cielo a la tierra. ¿Por qué?
Hablar de Abraham es hablar de la tienda y el altar. La tienda identificaba a Abraham como peregrino y extranjero en este mundo, «porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios» (Heb. 11:10). Por su parte, el altar testificaba del Dios a quien adoraba. Alrededor de ese altar se reunían sus familiares y sus siervos, día tras día, para recibir «una instrucción que los preparaba como representantes de la verdadera fe» (Patriarcas y profetas, cap. 11, p. 120).
En el caso de Lot, por el contrario, ni tienda ni altar. Por ello, no sorprende que cuando Lot quiso avisar a sus yernos de la inminente destrucción de Sodoma, ellos «pensaron que bromeaba» (Gén. 19:14). «Se rieron -dice Patriarcas y profetas- de lo que llamaron temores supersticiosos» (Ibíd., cap. 14, p. 139).
¿Cómo explicar algo tan insólito? La única explicación posible a la actitud de los yernos es que Lot, para ese momento de su vida, había perdido, en gran medida, su credibilidad. Podía hablar o quedarse callado, el efecto era el mismo. Dicho en palabras del Señor, la sal había perdido su sabor. Y cuando esto ocurre, mi amigo, mi amiga, «no sirve más para nada» (Mat. 5: 13).
Me pregunto qué habrá pasado por la mente de Lot después de haber perdido a su esposa y todo lo que había acumulado en Sodoma: cuando recordaba los días en los que moraba en tiendas con Abraham; cuando, alrededor del altar, adoraba a Dios; y sobre todo cuando, pudiendo establecerse en Canaán, prefirió vivir en la llanura del Jordán. ¡Grande ha de haber sido el sentimiento de pérdida que experimentó! El problema comenzó cuando, gradualmente, fue «poniendo sus tiendas hasta Sodoma» (Gén. 13; 12), hasta que llegó el día en que la sal perdió su sabor.
¿Cómo podemos tú y yo evitar el mismo error? Por un lado, nunca perdamos de vista que «nuestra ciudadanía está en los cielos» (Fil. 3: 20); por el otro, procuremos que nada nos impida tener un encuentro diario con Dios alrededor del altar.
Amado Señor, al igual que Abraham, te pido que nada en este mundo me haga perder de vista que soy solo un peregrino, y que mi ciudadanía está en los cielos. Y que nada me impida tener un Sin miedos ni cadenas
miércoles, 23 mar. 2022
Tres días de oscuridad
"Nosotros teníamos la esperanza de que fuera el Mesías que había venido para rescatar a Israel. Todo esto sucedió hace tres días” (Luc. 24:21, NTV).
En su canción “Doce segundos de oscuridad”, el cantautor uruguayo Jorge Drexler reflexiona acerca de cómo aprender a través de una crisis. Drexler escribió esta canción en Cabo Polonio, Uruguay. Es un lugar sin electricidad, ni Internet. De noche, cada doce segundos el faro del cabo emite un pulso de luz que guía a las embarcaciones en alta mar. Estoy segura de que esos doce segundos entre un haz de luz y otro deben sentirse como una verdadera eternidad, para un navegante perdido en medio de una tormenta. Me lo imagino conteniendo la respiración, mientras las olas lo azotan, hasta que ve nuevamente la luz del faro. Jorge Drexler canta: “De poco le sirve al navegante que no sepa esperar”, y tiene razón. Esos doce segundos de oscuridad realmente prueban nuestra fe.
Cuando Jesús fue sepultado, los discípulos pasaron tres días de oscuridad absoluta. Ellos habían caminado junto a la Luz del mundo, lo habían contemplado cara a cara. Sin embargo, cuando Jesús murió, sus esperanzas también murieron. ¡A menudo menospreciamos la agonía emocional de esos tres días! Como conocemos el final de la historia, nos adelantamos a la resurrección. Pero los discípulos no tuvieron ese lujo. Ellos debieron atravesar la noche oscura del alma, llenos de ambigüedades e incertidumbre. No sé hace cuánto tiempo que estás esperando mientras Dios permanece en silencio. Sin embargo, esto sé: algunos de los milagros más bellos solo los presenciamos luego de atravesar los valles más oscuros.
En su artículo “Waiting When God Seems Silent", Randy Alcorn escribe: “Si nuestra fe se basa en la ausencia de luchas y aflicciones, en la ausencia de dudas y preguntas, está fundada en la arena; tal fe no sobrevivirá a la noche oscura del alma”. Si vivimos lo suficiente en esta Tierra, en algún momento recibiremos una llamada telefónica que hará erizar nuestra piel, o pasaremos por una pérdida devastadora. Aunque no podemos evitar esto, sí podemos decidir cómo transitar esos segundos, días o meses de oscuridad. Podemos mantener la mirada fija con dirección al faro, recordando que la oscuridad no durará por siempre. En Mensajes para los jóvenes, Elena de White dice: “Cuando las tentaciones los asalten, como ciertamente ocurrirá, cuando la preocupación y la perplejidad los rodeen; cuando, desanimados y angustiados, estén a punto de entregarse a la desesperación; miren, oh, miren hacia donde vieron con el ojo de la fe por última vez la luz, y la oscuridad que los rodea se disipará a causa del brillo de su gloria” (p. 74).
Señor, en los días oscuros, ayúdame a *mantener* la mirada fija con dirección al Faro. personal contigo, diariamente, alrededor del altar.
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