lunes, 06 dic. 2021
Superior
“Pero aquel cuya genealogía no es contada de entre ellos, tomó de Abraham los diezmos y bendijo al que tenía las promesas. Y, sin discusión alguna, el menor es bendecido por el mayor” (Hebreos 7:6, 7).
Los reyes del norte se enfrentaron contra los reyes de la llanura cerca del Mar Muerto. Los del norte ganaron ,y se llevaron toda la riqueza y muchos cautivos; incluso a Lot, sobrino de Abraham. Este se movió rápidamente: organizó a los 318 siervos más destacados y fueron tras los victoriosos. Según el relato de Génesis 14, recuperaron los recursos sustraídos como así también a Lot y a los demás cautivos.
Regresando de su incursión, pasaron por Salem. El rey de la ciudad era Melquisedec, sacerdote de Jehová. No se sabe de dónde salió, ni cómo estaba relacionado con Jehová. Pero Abraham y Melquisedec se conocían. Pablo dice que el patriarca lo aceptó como superior, fue bendecido por él y le entregó los diezmos de todo. La bendición ilustra la obra divina que riega en abundancia la vida de sus hijos y, como consecuencia, la entrega de los diezmos es la respuesta humana que refleja gratitud y sumisión.
El apóstol muestra que Melquisedec es símbolo del sacerdocio superior de Jesús. Nada se sabe de sus padres ni de sus antepasados, ni del principio y el fin de su vida. El sacerdocio de Cristo es universal: sin genealogía y con futuro eterno.
Melquisedec era rey, era rico, era respetado, pero era más grande que eso. Era superior a Abraham, el patriarca de la fe y el más grande de todos los judíos. Así, Pablo compara a este sacerdote con los levitas y dice que es superior, porque los primeros tenían un tiempo limitado, eran mortales y pecadores. Hay un contraste entre los mortales y uno que estuvo muerto y vive porque venció la muerte. Tan superior como la vida lo es con respecto a la muerte.
El oficio sacerdotal en sí es la intercesión en favor del pecador ante Dios. Los intercesores humanos, todos los hijos de Leví y sus descendientes, jamás podrían colocar a los pecadores en contacto directo con Dios. Lo hacían por medio de los sacrificios que simbolizaban el de Cristo. Los símbolos nunca son perfectas expresiones de la realidad. El sacerdocio aarónico era, pues, imperfecto. Solo Cristo es el sacerdocio perfecto, al colocar a los pecadores en contacto directo con Dios, sin necesidad de sacrificios ni intermediarios. Porque Cristo es nuestro único y suficiente Sacrificio y superior Intermediario.
En los días del “milenio pasado”, cuando cursé la educación primaria, existía el primer grado inferior y el primer grado superior. Que Cristo sea siempre nuestro primer y superior Sacerdote, para que nuestro “milenio futuro” sea eterno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario