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domingo, 19 de diciembre de 2021

Lección 13 | Domingo 19 de diciembre EL PECADO DE MOISÉS: PRIMERA PARTE

Lección 13  | Domingo 19 de diciembre EL PECADO DE MOISÉS: PRIMERA PARTE Una vez tras otra, incluso en medio de su apostasía y sus peregrinaciones por  el desierto,  Dios  proveyó  milagrosamente para  los  hijos  de  Israel.  Es decir, aun cuando no lo merecían (y muchas veces fue así), la gracia de Dios f luía  hacia  ellos.  En  la actualidad, nosotros  también  somos  receptores  de su gracia, aunque tampoco lo merezcamos. En definitiva, no sería gracia si la  mereciéramos,  ¿verdad? Además de la abundancia de alimento que el Señor les había proporcionado milagrosamente en el desierto, otra manifestación de su gracia fue el agua, sin la cual perecerían rápidamente, especialmente en un desierto seco,  caluroso  y desolado. Sobre esa  experiencia,  Pablo  escribió: “Y  todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca  era Cristo”  (1 Cor.  10:4). Elena  de White  también agregó que “dondequiera que les hacía falta agua en su peregrinaje, fluía de las hendiduras de las rocas y corría al lado de su campamento” (PP  436). Lee Números 20:1 al 13. ¿Qué sucedió aquí, y cómo entendemos el castigo que el Señor le dio a Moisés por lo que había hecho? Por un lado, no es difícil ver y entender la frustración de Moisés. Después de todo  lo que el Señor había hecho por  ellos,  las señales,  los prodigios y la liberación milagrosa, aquí estaban finalmente, en los límites de la Tierra Prometida. Pero, de repente les falta agua, y comienzan a conspirar contra Moisés y Aarón. El Señor ¿no podría proveerles agua ahora como lo había hecho  tantas  veces  antes?  Por  supuesto  que  sí;  podía  hacerlo  y  lo  volvería a  hacer. Sin  embargo,  considera  las  palabras  de  Moisés  cuando  golpeó  la  roca, incluso dos veces. “¡Oíd ahora,  rebeldes! ¿Os  hemos  de hacer salir aguas de esta peña?” (Núm. 20:10). Prácticamente podemos escuchar la ira en su voz, porque  comienza  llamándolos  “rebeldes”. El problema no era tanto su enojo en sí, que era bastante malo pero entendible, sino cuando dijo: “¿Acaso  tenemos que sacarles agua de esta roca?” (NVI), como si él o cualquier ser humano pudiera sacar agua de un roca. En su  ira,  en  ese  momento  aparentemente  se  olvidó  de  que  era  solo  el  poder  de Dios que obraba en medio de ellos el que podía hacer ese milagro. Él, más que nadie, debería haberlo sabido. ¿Con qué frecuencia decimos o incluso hacemos cosas en un ataque de ira, y hasta creemos  que  la ira  es  justificada?  ¿Cómo podemos  aprender  a detenernos,  orar y buscar el poder de Dios para decir y hacer lo correcto antes de decir y hacer lo incorrecto.

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