Pablo: Reavivado por una pasión
domingo, 17 oct. 2021
Ejercicios vitales
“Ejercítate para la piedad, porque el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente y de la venidera” (1 Timoteo 4:7, 8).
Se equivocan quienes piensan que, en este texto, Pablo está desestimando el cuidado del cuerpo. Él mismo había dicho que es templo del Espíritu Santo y que somos propiedad adquirida por Dios.
El cuidado del cuerpo requiere esfuerzo y el ejercitarse para la piedad involucra compromiso. El cuidado corporal es poco provechoso en el sentido de que se limita a esta vida, mientras que el ejercitar la piedad nos proyecta por la eternidad. La corona de la vida es mucho más preciosa que un trofeo o una corona de guirnaldas obtenidos en una carrera.
Ejercitarse físicamente beneficia tanto al cuerpo como la mente, ya que reduce la hipertensión, y las probabilidades de enfermedades cardíacas, de derrames cerebrales, de diabetes y de depresión, entre otros beneficios.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda 150 minutos a la semana de actividad física ligera o moderada.
Aquí les brindo algunos consejos para comenzar con la actividad física: Encuentra un lugar adecuado para practicar actividad física, como parques, plazas y similares. Luego, comienza con una actividad que no requiera una buena forma física. Seguidamente, practica la actividad física cerca de tu hogar, sin requerir grandes desplazamientos. Por último, busca ayuda a fin de mantener este hábito. Es bueno involucrar en la actividad física a nuestra familia y a nuestros amigos.
En cuanto a ejercitarse para la piedad, se recomienda dosis diarias de oración, meditación, autoexamen, confraternidad, servicio y testimonio. Pablo dice que por esto luchamos, como el atleta, al máximo de nuestras posibilidades, con esfuerzo y compromiso.
Ejercitarse para la piedad no solo nos beneficia a nosotros, sino también a aquellos sobre quienes ejercemos influencia. Tenemos que ser ejemplo en palabra, con un hablar genuino, transparente, veraz y amable. Tenemos que ser ejemplo en conducta, con hábitos y estilo de vida.
“Pablo amaba a Timoteo porque Timoteo amaba a Dios. Su inteligente conocimiento de la piedad experimental y de la verdad le daba distinción e influencia [...]. La influencia moral de su hogar era sólida, no caprichosa, ni impulsiva, ni variable. La Palabra de Dios era la regla que guiaba a Timoteo” (Elena de White, El Cristo triunfante, p. 312).
Hagamos ejercicios físicos y de piedad. Son vitales para el cuerpo y el alma; para esta vida y para la eternidad.
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