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miércoles, 6 de octubre de 2021

El décimo mandamiento

EL DECIMO MANDAMIENTO

La justicia verdadera sale del corazón
 
"No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo" 
(Éxodo 20:17)

Dios registró el décimo mandamiento en Éxodo 20:17:
“No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”.

En la segunda lista de los 10 mandamientos que aparece en Deuteronomio 5, el orden de las cosas que no deben ser codiciadas es ligeramente diferente (esposa antes de casa), lo cual es un argumento en contra de dividir este mandamiento en dos, como lo hacen los católicos.

Deuteronomio 5:21 dice: “No codiciarás la mujer de tu prójimo, ni desearás la casa de tu prójimo, ni su tierra, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo”.

En términos modernos, la codicia a menudo incluye los automóviles, aparatos electrónicos, dinero, prestigio, etc., de nuestro prójimo.

Lo más importante del asunto
Jesucristo dejó claro en el Sermón del Monte y a través de sus enseñanzas que la ley de Dios involucra algo más que nuestras acciones. La verdadera obediencia al décimo mandamiento involucra nuestros pensamientos, actitudes y enfoques.

Aun antes de que Cristo ampliara el significado de las leyes, este décimo mandamiento agregó profundidad a todos los mandamientos al tener en cuenta nuestros corazones y motivos. La codicia y todo pecado comienza en nuestro corazón.

“Pero lo que sale de la boca, del corazón sale; y esto contamina al hombre. Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.

Estas cosas son las que contaminan al hombre” (Mateo 15:18-20).

La codicia y la idolatría
Dios aun establece un vínculo entre el décimo mandamiento acerca de la codicia y el segundo mandamiento en contra de la idolatría. Cuando ponemos nuestra ambición y egoísmo por encima de Dios, esto se puede convertir en idolatría.

El apóstol Pablo escribió: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría; cosas por las cuales la ira de Dios viene sobre los hijos de desobediencia” (Colosenses 3:5-6).

Pablo también hizo esta comparación en su carta a la iglesia de Éfeso: “Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios” (Efesios 5:5).
Jesucristo explicó:

“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro.

No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24). La adoración a las riquezas nos separa de la adoración al Dios verdadero.

Esa es la razón por la que Jesucristo también nos dijo: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan.

Porque donde esté vuestro Tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:19-21).

Malos ejemplos de codicia
La Biblia da muchos ejemplos malos de codicia, tales como cuando David codició a Betsabé (2 Samuel 11:1-4) y Acab codició la viña de Nabot (1 Reyes 21:1-6). En ambos casos, este pecado mental condujo a otros pecados, incluso el homicidio.

Antídotos de la codicia
Cuando codiciamos, es como rendirnos a una mentalidad tóxica y egoísta que conduce al pecado y muerte. Afortunadamente, la Biblia identifica tanto la cura como la enfermedad. Entre los antídotos de la codicia están:

Contentamiento. Pablo dijo “he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación” (Filipenses 4:11). Él escribió: “sé vivir humildemente, y se tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (vv. 12-13).
Generosidad. Si aprendemos a ser “ricos en buenas obras, dadivosos, generosos”, estaremos atesorando “para lo porvenir [para echar] mano de la vida eterna” (1 Timoteo 6:18-19).
Fe. Nosotros podemos confiar “en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (1 Timoteo 6:17). Podemos saber que Dios tiene una herencia gloriosa para aquellos que tienen fe en Él. “Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6).

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