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jueves, 23 de septiembre de 2021

El Segundo Mandamiento

EL SEGUNDO MANDAMIENTO


"No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 
NO te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque YO SOY el Eterno tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis Mandamientos" 
(Éxodo 20:4-6)

El segundo mandamiento contra la idolatría está registrado en Éxodo 20:4-6:
“No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.

No te inclinarás a ellas, ni las honrarás, porque yo soy el Eterno tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”.

Dios nos ordena no hacer ídolos o cualquier representación de Él. Nada de lo que podemos hacer puede compararse con el Dios Todopoderoso—la obra humana sólo nos daría una imagen falsa del verdadero Dios. No debemos usar estatuas, cuadros, joyas o cualquier otra cosa para representar a Dios o como un medio físico para adorarlo.

Este mandamiento, desde luego, también prohibió la idolatría de dioses paganos que no son dioses en lo absoluto. El apóstol Pablo estuvo de acuerdo en que los ídolos no son nada, pero señaló que “lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios” (1 Corintios 10:20).

La imagen de Dios

Obviamente, nosotros no debemos adorar héroes humanos o estrellas o amarnos a nosotros mismos con un amor narcisista. Pero hay un aspecto en el cual nosotros los humanos hemos sido hechos a imagen de Dios.

En la creación, Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:26-27).

Dios quiere que lleguemos a ser como Él en carácter, amor, elecciones, actitudes y enfoques. Debemos permitir que Cristo viva en nosotros esforzarnos por vivir siempre como Él vivió (Gálatas 2:20; 1 Juan 2:6; 1 Pedro 2:21).

Debemos vivir vidas piadosas y reflejar la luz de Dios “para que [ellos] vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16).

La Idolatría y el segundo mandamiento en la actualidad

¿Cómo se aplica el segundo mandamiento en nuestro mundo moderno materialista? La gente en la actualidad todavía tiende a adorar las obras de sus propias manos (Jeremías 1:16).

La idolatría a menudo tiene nexos con la codicia—el deseo de tener más de las cosas que los ricos y famosos tienen (Efesios 5:5; Colosenses 3:5).

Dios no quiere que se le adore como eran adorados los dioses paganos (Deuteronomio 12:29-32). También se nos dice que no adoremos ángeles o santos (Colosenses 2:18; Apocalipsis 19:10). En lugar de ello debemos adorar a Dios en espíritu y en verdad.

Como Jesús le dijo a la mujer samaritana: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:23-24).

No debemos adorar a la creación. En lugar de eso, la creación debe ayudarnos a apreciar a nuestro gran Creador. El apóstol Pablo escribió:

“Porque las cosas invisibles de Él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visible desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.

Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.

Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles” (Romanos 1:20-23).

Es fascinante leer cómo Pablo explicó esto a los filósofos paganos en Atenas, usando la analogía de que el Dios verdadero es el que ellos llamaban el Dios desconocido.

“El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas” (Hechos 17:24-25; leer el resto del relato en los versículos 22-31).

No debemos permitir que las cosas físicas nublen nuestro entendimiento y adoración del Dios Creador.

EL SEGUNDO MANDAMIENTO



"No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. 

NO te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque YO SOY el Eterno tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis Mandamientos" 

(Éxodo 20:4-6)


El segundo mandamiento contra la idolatría está registrado en Éxodo 20:4-6:
“No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.

No te inclinarás a ellas, ni las honrarás, porque yo soy el Eterno tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos”.

Dios nos ordena no hacer ídolos o cualquier representación de Él. Nada de lo que podemos hacer puede compararse con el Dios Todopoderoso—la obra humana sólo nos daría una imagen falsa del verdadero Dios. No debemos usar estatuas, cuadros, joyas o cualquier otra cosa para representar a Dios o como un medio físico para adorarlo.

Este mandamiento, desde luego, también prohibió la idolatría de dioses paganos que no son dioses en lo absoluto. El apóstol Pablo estuvo de acuerdo en que los ídolos no son nada, pero señaló que “lo que los gentiles sacrifican, a los demonios lo sacrifican, y no a Dios; y no quiero que vosotros os hagáis partícipes con los demonios” (1 Corintios 10:20).

La imagen de Dios

Obviamente, nosotros no debemos adorar héroes humanos o estrellas o amarnos a nosotros mismos con un amor narcisista. Pero hay un aspecto en el cual nosotros los humanos hemos sido hechos a imagen de Dios.

En la creación, Dios dijo: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó” (Génesis 1:26-27).

Dios quiere que lleguemos a ser como Él en carácter, amor, elecciones, actitudes y enfoques. Debemos permitir que Cristo viva en nosotros esforzarnos por vivir siempre como Él vivió (Gálatas 2:20; 1 Juan 2:6; 1 Pedro 2:21).

Debemos vivir vidas piadosas y reflejar la luz de Dios “para que [ellos] vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16).

La Idolatría y el segundo mandamiento en la actualidad

¿Cómo se aplica el segundo mandamiento en nuestro mundo moderno materialista? La gente en la actualidad todavía tiende a adorar las obras de sus propias manos (Jeremías 1:16).

La idolatría a menudo tiene nexos con la codicia—el deseo de tener más de las cosas que los ricos y famosos tienen (Efesios 5:5; Colosenses 3:5).

Dios no quiere que se le adore como eran adorados los dioses paganos (Deuteronomio 12:29-32). También se nos dice que no adoremos ángeles o santos (Colosenses 2:18; Apocalipsis 19:10). En lugar de ello debemos adorar a Dios en espíritu y en verdad.

Como Jesús le dijo a la mujer samaritana: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. 24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:23-24).

No debemos adorar a la creación. En lugar de eso, la creación debe ayudarnos a apreciar a nuestro gran Creador. El apóstol Pablo escribió:

“Porque las cosas invisibles de Él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visible desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa.

Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.

Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles” (Romanos 1:20-23).

Es fascinante leer cómo Pablo explicó esto a los filósofos paganos en Atenas, usando la analogía de que el Dios verdadero es el que ellos llamaban el Dios desconocido.

“El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, ni es honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo; pues él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas” (Hechos 17:24-25; leer el resto del relato en los versículos 22-31).

No debemos permitir que las cosas físicas nublen nuestro entendimiento y adoración del Dios Creador.


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