Pablo: Reavivado por una pasión
sábado, 28 ago. 2021
¡Salvó a más de mil personas!
“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios” (Colosenses 3:1).
Colosenses 3 es un documento precioso y motivador para la verdadera vida cristiana. El apóstol Pablo comienza desafiando a los hermanos: Si ustedes resucitaron espiritualmente en Cristo, entonces vivan como él quiere. Es decir, piensen en las cosas celestiales y no en las cosas de esta Tierra.
Y ¿cómo es vivir pensando en las cosas celestiales? Es huir de toda inmoralidad sexual y los malos deseos. Es huir de la ira, de la maldad, de las blasfemias, de lenguaje obsceno. Es no mentir.
Pero, vivir pensando en las cosas celestiales no es solo no hacer cosas. También es tener un estilo de vida pautado por la compasión, la bondad, la humildad, la paciencia, la mansedumbre, el perdón. Es vivir en la práctica el amor de Cristo.
El apóstol Pablo tiene orientaciones claras para la esposa y el marido (amen de verdad y dependan el uno del otro), para los hijos (obedezcan a sus padres) y para los siervos (obedezcan y sean sinceros). El principio para las relaciones es este: todo lo que hagan que sea de corazón, como para el Señor. Eso mismo: no debemos hacer las cosas pensando en agradar a la gente, al jefe, al amigo. Debemos hacer todo pensando en agradar a nuestro Dios.
El empresario alemán Oscar Schindler, durante la Segunda Guerra Mundial, dedicó la mayoría de sus recursos para rescatar a judíos de los campos de concentración. Salvó así a mil cien personas durante el Holocausto nazi. Su cuerpo está sepultado en Jerusalén, en memoria de estos actos de compasión en favor de los demás. Fue homenajeado con una placa con la siguiente inscripción: “Aquel que salva una vida salva al mundo entero”. Pero él, más que sentirse elogiado por los mil cien salvados, se repetía a sí mismo: “Tal vez podía haber salvado a uno más y no hice lo suficiente”.
Está claro que lo que Dios planeó para nosotros no es este mundo lleno de pecado y de muerte; si no un mundo transformado. Tenemos que caminar en este mundo con los ojos mirando hacia el cielo.
¿A cuántas personas más puedes salvar por el testimonio fiel de tu vida?
“Nadie está inactivo en el cielo, y en las mansiones de los bienaventurados no entrará nadie que no haya manifestado amor a Cristo, y que no se haya esforzado por la salvación de los demás” (Elena de White, Testimonio para los ministros, p. 207).
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