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jueves, 5 de agosto de 2021

DADLES VOSOTROS DE COMER

DADLES VOSOTROS DE COMER

El milagro de los panes enseña que dependemos de Dios. Cuando Cristo dió de comer a los cinco mil, el alimento no estaba a la mano. A simple vista no disponía de recurso alguno. Estaba en el desierto, con cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y los niños. El no había invitado a la muchedumbre a que le siguiese hasta allí. Afanosa de estar en su presencia, había acudido sin invitación ni orden; pero él sabía que después de escuchar sus enseñanzas durante el día entero, todos tenían hambre y desfallecían. Estaban lejos de sus casas, y ya anochecía. Muchos estaban sin recursos para comprar qué comer. El que por causa de ellos había ayunado cuarenta días en el desierto, no quiso consentir que volvieran ayunos a sus casas. MC 31.1

La providencia de Dios había puesto a Jesús donde estaba, y dependía de su Padre celestial para disponer de medios con que suplir la necesidad. Cuando nos vemos en estrecheces, debemos confiar en Dios. En todo trance debemos buscar ayuda en Aquel que tiene recursos infinitos. MC 31.2

En este milagro, Cristo recibió del Padre; lo dió a sus discípulos, los discípulos al pueblo, y el pueblo se lo repartió entre sí. Así también todos los que están unidos con Cristo recibirán de él el pan de vida y lo distribuirán a otros. Los discípulos de Cristo son los medios señalados de comunicación entre él y la gente. MC 31.3

Cuando los discípulos oyeron la orden del Salvador: “Dadles vosotros de comer,” surgieron en sus mentes todas las dificultades. Se preguntaron: “¿Iremos a las aldeas a comprar alimento?” Pero ¿qué dijo Cristo? “Dadles vosotros de comer.” Los discípulos trajeron a Jesús todo cuanto tenían; pero él no los invitó a comer. Les mandó que sirvieran al pueblo. El alimento se multiplicó en sus manos, y las de los discípulos, al tenderse hacia Cristo, nunca quedaban vacías. La escasa reserva alcanzó para todos. Satisfecha ya la gente, los discípulos comieron con Jesús del precioso alimento venido del cielo. MC 31.4

Cuando vemos las necesidades de los pobres, ignorantes y afligidos, ¡cuántas veces flaquean nuestros corazones! Preguntamos: “¿Qué pueden nuestra débil fuerza y nuestros escasos recursos para satisfacer tan terrible necesidad? ¿No deberíamos esperar que alguien más competente que nosotros dirija la obra, o que alguna organización se encargue de ella?” Cristo dice: “Dadles vosotros de comer.” Valeos del tiempo, de los medios, de la capacidad de que disponéis. Llevad a Jesús vuestros panes de cebada. MC 32.1

Aunque vuestros recursos sean insignificantes para alimentar a millares de personas, pueden bastar para dar de comer a una sola. En manos de Cristo, pueden hartar a muchos. A imitación de los discípulos, dad lo que tenéis. Cristo multiplicará la ofrenda y recompensará la sencilla confianza y la buena fe que en él se haya depositado. Lo que parecía escasa provisión resultará abundante festín. MC 32.2

“El que siembra con mezquindad, con mezquindad también segará; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. ... Puede Dios hacer que toda gracia abunde en vosotros; a fin de que, teniendo siempre toda suficiencia en todo, tengáis abundancia para toda buena obra; según está escrito: MC 32.3

“Ha esparcido, ha dado a los pobres; 
su justicia permanece para siempre.” 

“Y el que suministra simiente al sembrador, y pan para manutención, suministrará y multiplicará vuestra simiente para sembrar, y aumentará los productos de vuestra justicia.” 2 Corintios 9:6-10

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