Pablo: Reavivado por una pasión
martes, 27 jul. 2021
No es un parque de diversiones
“Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este mundo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12).
Pablo nos dice que la vida cristiana es una lucha en un campo de batalla, no un juego en un parque de diversiones. El enemigo es real y estratégico. Sus misiles son bien dirigidos y, a menos que estemos protegidos en Cristo, no tenemos chance de supervivencia.
La Biblia identifica a Satanás como el ángel del abismo, el príncipe de este mundo y de las tinieblas, el león rugiente, el adversario, el acusador de los hermanos, el dragón, la serpiente, el padre de mentiras, el asesino, el engañador, el diablo. Todas estas expresiones definen características de su esencia: tentar, seducir, engañar, destruir y matar.
Este enemigo fue expulsado del cielo por su rebelión, tomó el planeta como rehén e incita a la rebelión contra Dios. Apela a la debilidad natural, a los temores y al amor propio.
Como creyentes, nos enfrentamos al mundo como sistema que se opone a Dios; a la carne, como nuestra propia naturaleza pecaminosa; y al enemigo y sus estrategias. Es el mismo Lucifer que en el cielo cuestionaba tres cosas de Dios: su gobierno no era justo, su ley no podía cumplirse y su carácter no es amor.
Satanás no es omnisciente, ni omnipotente ni omnipresente. Pero se hace peligroso por sus colaboradores, la tercera parte de los ángeles expulsados del cielo, las huestes espirituales, un ejército de criaturas demoníacas que lo ayudan en sus ataques contra los creyentes.
Nos enfrentamos a Satanás y sus asechanzas; es decir, su astucia y sus mañas. Incluso puede disfrazarse como ángel de luz.
Lo que el enemigo no pudo hacer con Jesús intenta hacerlo con nosotros. Cuanto más imitemos a Jesús, más seremos blanco de sus ataques. Pero Elena de White nos asegura que tenemos un aliado mucho más poderoso:
“Al contender con fuerzas sobrenaturales, se les asegura una ayuda sobrenatural. Todos los seres celestiales están en este ejército. Y hay más que ángeles en las filas. El Espíritu Santo, el representante del Capitán de la hueste del Señor, baja a dirigir la batalla. Nuestras flaquezas pueden ser muchas, y graves nuestros pecados y errores; pero la gracia de Dios es para todos los que, contritos, la pidan. El poder de la Omnipotencia está listo para obrar en favor de los que confían en Dios” (El Deseado de todas las gentes, p. 318).
Recuerda: No estamos en un parque de diversiones sino en un campo de batalla. No juegues. Lucha y gana.
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