Pinceladas del amor divino
sábado, 03 jul. 2021
Equipadas para disfrutar la vida
“Porque Dios los ha comprado. Por eso deben honrar a Dios en el cuerpo” (1 Cor. 6:20).
La psicoterapeuta y escritora Virginia Satir dice en uno de sus libros: “Tu capacidad de ver, de oír, de tocar, de saborear, de sentir, de pensar, de moverte, de hablar y de escoger, son tus compañeros, tus armas para avanzar hacia lo desconocido”. Es una extraordinaria realidad que, cuando nacemos, venimos a este mundo equipadas por Dios para tener una vida plena y placentera. Los sentidos son dones maravillosos que el Señor nos ha dado para que disfrutemos la vida; sin embargo, son pocas las veces que hacemos un alto en el camino para darle las gracias por ellos.
Es a través de los sentidos que contactamos con lo bello de la creación de Dios, aunque la percibimos deteriorada por causa de los miles de años de acción del pecado. La capacidad que hemos recibido de contemplar, saborear, oler y tocar habla del infinito amor y cuidado del Señor hacia sus criaturas. A través de los sentidos, también contactamos con los demás y podemos expresar emociones tales como afecto, ternura, alegría y amor. Lo que entristece es saber que millones de seres humanos creen que necesitan recurrir a formas artificiales de placer para sentir que están disfrutando de la vida. Las drogas y el alcohol están tomando el control de las emociones de millones de seres humanos, dejando imposibilitados a quienes los consumen para sentir el placer y la belleza de la vida de una forma natural, a través de los sentidos y de una razón santificada. Cuando las sustancias adictivas se posesionan de la mente de una persona, esta se adormece en una quimera de la que tendrá un doloroso despertar.
Nuestros niños y jóvenes están expuestos a esta terrible realidad; por lo tanto, las madres debemos tener una vigilancia incesante y llena de cariño con respecto a nuestros hijos, a fin de librarlos de que caigan en vicios y adicciones. Muchos defienden algunos de ellos arguyendo que son inofensivos, pero lo cierto es que cuando la adicción (y no la razón o la voluntad) dirige la conducta, el peligro está al acecho.
Tengamos cuidado de lo que llevamos a la mesa familiar; la comida y la bebida a veces son la antesala de vicios devastadores. Asimismo, aprendamos a afrontar las circunstancias de la vida cotidiana, agudizando al máximo los sentidos, sin tener que echar mano de métodos artificiales. Enseñemos a nuestros hijos a disfrutar la vida honrando a Dios con su cuerpo.
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