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miércoles, 14 de julio de 2021

Lección 3: Miércoles 14 de julio HIPOCRESÍA

Un hipócrita es alguien que actúa, que quiere mostrarse como alguien que no es realmente. El término se usa siete veces en Mateo 23, en un discurso en el que Jesús avergüenza públicamente a los escribas y los fariseos, el núcleo de la dirigencia religiosa judía (Mat. 23:13, 14, 15, 23, 25, 27, 29). Los evangelios muestran que Jesús ofrecía gracia y perdón a los adúlteros, los recaudadores de impuestos, las prostitutas, e incluso a los asesinos, pero demostró poca condescendencia con los hipócritas (ver muchas otras referencias en Mat. 6:2, 5, 16; 7:5; 15:7-9; 22:18). Lee Mateo 23:1 al 13 y enumera cuatro características principales de un hipócrita que Jesús menciona. Jesús  asocia  cuatro  características  con  los  escribas  y  los  fariseos.  En  el espectro del judaísmo del siglo I d.C., los fariseos representaban la derecha religiosa conservadora. Se interesaban por la Ley oral y escrita, y enfatizaban la pureza ritual. En el otro extremo del espectro estaban los saduceos, un grupo  de  líderes,  en  su  mayoría  ricos,  a  menudo  asociados  con  la  clase  sacerdotal de élite. Estaban sumamente helenizados (es decir, hablaban griego y se sentían cómodos con la filosofía griega), y no creían en un juicio ni en una vida futura. Los podríamos describir como liberales. Ambos grupos eran culpables  de  hipocresía. Según  Jesús, somos  hipócritas  cuando  no  hacemos  lo que  decimos; cuando  hacemos que  la religión  sea  más  difícil para  los  demás  y no  aplicamos  esos  mismos  estándares  para  nosotros  mismos;  cuando  queremos que otros aplaudan nuestro fervor religioso; y cuando exigimos honor y reconocimiento que solo pertenecen a nuestro Padre celestial. Más allá de sus palabras incisivas y directas, el compromiso de Jesús con aquellos a quienes llamaba hipócritas estaba lleno de amor y preocupación, incluso por estos hipócritas. “La compasión divina caracterizaba el semblante del Hijo de Dios mientras dirigía una  última mirada al Templo y luego a sus oyentes. Con voz ahogada por la profunda angustia de su corazón y amargas lágrimas, exclamó: ‘¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!’ ” (DTG  572). ¿Por qué no necesitas ser un líder religioso para ser culpable del tipo de hipocresía que  Jesús  condena  tan  rotundamente  aquí?  ¿Cómo  podemos  aprender  a  ver  ese tipo de hipocresía en nosotros mismos, si existiera, y cómo podemos deshacernos de ella?.


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