Nuestro maravilloso Dios
lunes, 25 jul. 2022
Betel y Peniel
«De modo que Jacob se quedó solo, y un hombre luchó con él hasta la salida del sol». Génesis 32: 24
BETEL Y PENIEL. ¿Qué lugar habrá ocupado el sitial de honor en el corazón de Jacob?
Betel, «casa de Dios»; Peniel, «rostro de Dios». En el primero, Dios le dice a Jacob: «Estaré contigo». En el segundo, Dios le da un nuevo nombre y lo bendice. En Betel, mientras huía de la ira de su hermano Esaú, Jacob creyó estar solo, pero no estaba solo. En Peniel, el Ángel de Dios luchó con él hasta el amanecer, y «lo golpeó en la coyuntura de su muslo, y en la lucha el muslo de Jacob se descoyuntó» (Gén. 32: 25, RVC). Y Jacob ya nunca fue el mismo.
Betel y Peniel. ¿Qué lugar ganó finalmente su corazón?
Con toda su familia iba Jacob de regreso a Canaán, cuando se enteró de que su hermano Esaú se aproximaba con cuatrocientos hombres. En un abrir y cerrar de ojos, su turbio pasado le salía al encuentro. Dice la Escritura que Jacob tuvo «gran temor y se angustió» (Gén. 32:7). Entonces oro: «Dios de mi padre Abraham y Dios de mi padre Isaac [...] ¡No merezco todas las misericordias y toda la verdad con que has tratado a tu siervo! [...]. Líbrame ahora de manos de mi hermano, de manos de Esaú» (vers. 9-11).
Por primera vez, encontramos a Jacob buscando a Dios de todo corazón. Por primera vez, el suplantador se da cuenta de que su astucia de nada le sirve. Por primera vez, procura con fervor la bendición de Dios: «No te dejaré — exclama— si no me bendices». Y cuando, en respuesta a la pregunta del Visitante celestial, Jacob da su nombre, se escucha la bendición que tanto anhela su alma: «Ya no te llamarás Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido» (Gén. 32: 26, 28).
¿Qué convirtió a Jacob de «engañador» en «vencedor»? En Peniel Jacob ya no puso condiciones para aceptar al Señor como su Dios, como lo había hecho en Betel. Con lágrimas en sus ojos procuró el perdón (ver Ose. 12:3-4) «y el corazón del amor infinito no pudo desoír los ruegos del pecador» (Patriarcas y profetas, cap. 18, p. 176).
Betel y Peniel. ¿Te imaginas lo que ocurriría en tu vida si hoy «te encontraras con Dios», primero en Betel y luego en Peniel? En Betel, él te diría: «Estoy contigo». Y en Peniel: «Te perdono». ¿Se puede pedir más?
Padre celestial, con humildad y al igual que Jacob en la noche de su angustia, «no te soltaré hasta que me bendigas». Dame, pues, la seguridad de que hoy estarás conmigo; sobre todo, dame la bendición de tu perdón. ¡De verdad que no necesito más!
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