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lunes, 6 de junio de 2022

Matutina para Adultos

Nuestro maravilloso Dios 
 lunes, 06 jun. 2022 
 Imitadores de Dios 

 «¡La fidelidad del Señor permanece para siempre!». Salmo 117: 2, RVC 

  ¿CUÁNDO NOS PARECEMOS MÁS A DIOS, en lo que se refiere a nuestra manera de proceder? Pues nos parecemos a Dios cuando amamos sin poner condiciones, cuando perdonamos, cuando servimos a nuestro prójimo, cuando damos sin esperar nada a cambio... La lista es, obviamente, inagotable, pero estaría incompleta sin esta otra característica: imitamos a Dios cuando cumplimos nuestras promesas.

Este punto lo destaca Lewis Smedes de manera contundente cuando escribe que, aunque hay mucho en la vida que escapa a nuestro control, hay un aspecto que sí podemos controlar: nuestra capacidad para decidir —no una vez, sino diez mil veces más que sí cumpliremos las promesas que hemos hecho a la gente que amamos. Según este autor, nunca nos parecemos más a Dios que cuando cumplimos nuestros votos de amor y fidelidad a quienes amamos.*

Interesante, ¿no es cierto? Aunque la afirmación de Smedes es debatible, nadie puede negar que imitamos a Dios cada vez que honramos nuestras promesas, pues probablemente no hay aspecto del carácter de Dios que destaquen más las Escrituras que su fidelidad (ver Deut. 7:9). Este hecho lo ilustra bien un relato en el que Cynthia Covey habla del día más feliz de su vida. Dice ella que tenía doce años cuando su padre, el autor Stephen Covey, le prometió que la llevaría en un viaje de negocios a San Francisco. Durante tres meses padre e hija planificaron al detalle todo lo que harían: visitar el barrio chino, comer juntos, pasear en trolebús, ver películas y comer helados.

Cuando el ansiado día llegó, Cynthia se moría de la emoción, pero entonces se presentó un problema: su padre llegó al hotel acompañado de un influyente hombre de negocios, quien insistió en llevarlos a pasear y a cenar juntos. A todas estas, Cynthia observaba cómo este hombre insistía para que su padre aceptara. Cuando todo parecía indicar que el soñado paseo se derrumbaría, su padre interrumpió:

-Oye, Bill -dijo-, agradezco mucho tu gentileza, pero este es un momento especial que quiero pasar con mi muchacha. Ella y yo tenemos un paseo cuidadosamente planificado.

Cuenta Cynthia que el paseo se realizó de acuerdo a lo planificado hasta el más mínimo detalle, «No creo que ese día escribió ella--, alguien haya amado más a su padre de lo que yo amé al mío».**

Este es un buen día para pedirle a Dios que nos ayude a cumplir nuestras promesas de fidelidad a nuestros seres queridos; y para pedirle que nos ayude a parecernos cada vez más a él. ¿Puede haber un deseo más elevado? ¿Una aspiración más noble?

Santo Espíritu, mora en mí, y hazme cada vez más semejante al Señor Jesús. Quiero ser fiel, no solo a mis seres queridos, sino especialmente a mi Salvador.

*Lewis Smedes, Caring & Commitment, Harper & Row, 1988, p. 148.

**Stephen Covey, The 7 Habits of Highly Effective Families, Golden Books, 1997, p. 57

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