Nuestro maravilloso Dios
jueves, 28 abr. 2022
Cuando la vida se desmorona
«Me ha dicho: "Bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad”». 2 Corintios 12:9
¿CÓMO DEBEMOS ORAR cuando la vida se desmorona? Esta pregunta se la hizo Warren W. Wiersbe cuando una amiga estaba atravesando por una prueba difícil. La señora se había tenido que retirar de su trabajo por enfermedad, y a su esposo se le había diagnosticado una enfermedad incurable. Entonces Wiersbe se acercó a ella para darle ánimo.
-Quiero que sepas que estamos orando por ti _-le dijo. —Gracias —respondió ella—, pero ¿qué le estás pidiendo a Dios en oración?
La pregunta tomó por sorpresa a Wiersbe. Nadie le había hecho tal pregunta. Como pudo, se repuso y dijo que le estaba pidiendo a Dios que le diera fortaleza en medio de su prueba.
Entonces vino la segunda sorpresa.
—Por favor, pídele a Dios que me ayude para que yo no desperdicie todo este sufrimiento.
¿«Para que no desperdicie todo este sufrimiento»? Por primera vez en su ministerio escribió luego Wiersbe, le asaltó la idea de que nuestros momentos de dolor puedan de alguna manera enriquecernos. *
La verdad sea dicha: es muy difícil ver algún provecho en los sufrimientos, ¡especialmente cuando somos nosotros los que estamos sufriendo! Sin embargo, esto es precisamente lo que el apóstol Pablo nos está diciendo cuando escribe: «De buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades» (2 Cor. 12: 9). ¿Por qué lo dice? Porque es justamente «en insultos, en necesidades, en persecuciones, en angustias» cuando en mayor medida reposa sobre los hijos de Dios el poder de Cristo (vers. 10). Todo lo cual, a su vez, armoniza con el tenor general de las Escrituras en el sentido de que Dios no nos ha prometido una vida libre de angustias, sino más bien que él estará con nosotros, en la angustia. «Me invocará y yo le responderé-escribió el salmista-; con él estaré yo en la angustia; lo libraré y lo glorificaré» (Sal. 91: 15).
¿Está el dolor tocando a tu puerta? Según Wiersbe, hay a tu disposición tres opciones. Una, puedes intentar escapar de él. Esta es la actitud del que ve en el dolor un enemigo del que hay que huir a toda costa. Otra, puedes intentar soportarlo; es decir, aguantar hasta que pase. La tercera, pedirle a Dios que te ayude a «no desperdiciar todo ese sufrimiento». De esta manera, tu vida se enriquecerá con las lecciones que solo se pueden aprender en el horno de la aflicción y reposará sobre ti el poder de Cristo.
Gracias, Padre, por las lecciones que he aprendido en mis pruebas; y por la promesa de que tu poder se perfecciona en mi debilidad. Por sobre todo, gracias porque has prometido estar conmigo en medio de mis angustias.
*Warren W. Wiersbe, When Life Falls Apart, Fleming H. Revell, 1984, pp. 101-102.
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