Nuestro maravilloso Dios
jueves, 10 mar. 2022
«Dios proveerá»
«Entonces alzó Abraham sus ojos y vio a sus espaldas un carnero trabado por los cuernos en un zarzal; fue Abraham, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Y llamó Abraham a aquel lugar "Jehová proveerá"». Génesis 22: 13-14
SI TUVIERAS QUE DARLE NOMBRE a la peor experiencia de tu vida, ¿cuál le pondrías?
Abraham se encontró exactamente en esa situación. Dios le había pedido que se trasladara a la tierra de Moria, y ahí ofreciera a Isaac, su único hijo, en holocausto. Cuando el anciano patriarca, cuchillo en mano, estaba listo para ejecutar la orden, «el ángel de Jehová lo llamó desde el cielo» con una contraorden: «No extiendas tu mano sobre el muchacho ni le hagas nada, pues ya sé que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste a tu hijo, tu único hijo» (Gén. 22: 12).
Dice la Escritura que cuando Abraham levantó la vista, «vio a sus espaldas un carnero trabado por los cuernos en un zarzal». Entonces «Abraham, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo» (vers. 13). Seguidamente, «lleno de felicidad y gratitud Abraham dio un nuevo nombre al lugar sagrado» (Patriarcas y profetas, cap. 13, p. 131).
¿Cuál fue ese nombre? Jehová-jireh; o sea, «Dios proveerá».
Hay aquí una preciosa lección espiritual para nosotros. Durante tres días, Abraham había sido sometido a una prueba demasiado dura para expresar en palabras. Durante tres días, su mente debe haber sido el escenario de una verdadera batalla entre los más dispares pensamientos. Sin embargo, ¿qué nombre escogió para «bautizar el monte» donde por poco sacrifica a su único hijo? No lo llamó «El monte de mi agonía»; tampoco «El monte de mi prueba», ni nada que le recordara su viacrucis. Lo llamó «Dios proveerá».
Al darle ese nombre, escribe Alexander Maclaren, Abraham quería que se recordara, no su gran prueba, su gran agonía, o siquiera su obediencia. No. Solo deseaba dejar para la posteridad el recuerdo de lo que Dios, en su gran misericordia, había hecho en su favor.*
¿Puedes recordar ahora mismo una prueba muy dura que hayas vivido? Seguramente sí. ¿Qué nombre le pondrías? «¿Mi Getsemaní?» «¿Mi Calvario?» ¡Nunca! Ponle un nombre que te recuerde, no lo malo que ocurrió, sino lo bueno que Dios fue contigo. Un nombre que, aún en medio de tus mayores pruebas, te recuerde la gran verdad de que Dios siempre proveerá: pan para suplir tus necesidades, un techo para cobijarte, una salida para tus dificultades.
Padre celestial, hoy quiero alabar tu nombre porque eres, y siempre serás, mi gran Proveedor. Y porque cuanto más grandes son mis pruebas, tanto más grande es tu misericordia.
*Alexander Maclaren, citado por Diana Willis en Take Heart. Daily Devotions with the Church's Great Preachers, Kregel, 2001, p. 283.
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