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jueves, 10 de febrero de 2022

Lección 7 | Jueves 10 de febrero JESÚS, EL ANCLA DEL ALMA

Lección 7  | Jueves 10 de febrero JESÚS, EL ANCLA DEL ALMA Pablo culmina su advertencia acerca de la apostasía y su exhortación al amor y la fe con una hermosa y elevada presentación de seguridad en Cristo. Lee Hebreos 6:17 al 20. ¿Cómo nos garantizó Dios sus promesas? Dios  nos  garantizó  sus  promesas  de  varias  maneras.  En  primer  lugar,  Dios garantizó su promesa con un juramento (Heb. 6:17). Según las Escrituras, los juramentos de Dios a Abraham y David se convirtieron en la base fundamental de la confianza en el favor permanente de Dios hacia Israel. Cuando Moisés procuró conseguir el perdón de Dios para Israel después de la apostasía con el becerro de oro, se refirió al juramento de Dios hecho a Abraham (ver Éxo. 32:1114; Gén. 22:16-18). La fortaleza implícita de su súplica era que el juramento de Dios era irrevocable (Rom. 9:4; Rom. 11:28, 29). De  igual  modo,  cuando  el  salmista  intercedió  ante  Dios  por  Israel,  reclamó el juramento que Dios le hizo a David. Dios había dicho: “No olvidaré mi pacto, ni mudaré lo que ha salido de mis labios. Una vez he jurado por mi santidad, y  no  mentiré  a  David.  Su  descendencia  será  para  siempre,  y  su  trono  como  el sol  delante  de  mí.  Como  la  luna  será  firme  para  siempre,  y  como  un  testigo  fiel en el cielo” (Sal. 89:34-37). Según el Nuevo Testamento, ambos juramentos se cumplieron en Jesús, la simiente de Abraham, quien ascendió y se sentó en el trono de David (Gál. 3:13-16; Luc. 1:31-33, 54, 55). En segundo lugar, Dios nos ha garantizado sus promesas mediante el acto de sentar a Jesús a su diestra. La ascensión de Jesús tiene el propósito de corroborar la promesa hecha a los creyentes porque Jesús ascendió como un “precursor [...] por nosotros” (Heb. 6:20, NVI). Así, la ascensión nos revela la certeza de la salvación de Dios para nosotros. Dios llevó a Jesús a la gloria a través del sufrimiento de “la muerte por todos”, para que pudiera “llevar muchos hijos a la gloria” (Heb. 2:9, 10). La presencia de Jesús ante el Padre es el “ancla del alma” (Heb.  6:19), que se  ha sujetado al Trono  de Dios. El  honor del gobierno de Dios está supeditado al cumplimiento de la promesa que nos hizo a través de Jesús. ¿Qué más seguridad necesitamos? ¿Qué sientes cuando piensas que Dios te ha hecho un juramento? ¿Por qué ese solo pensamiento debería darte la seguridad de la salvación, aunque te sientas indigno?

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