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miércoles, 5 de enero de 2022

Lección 2 | Miércoles 5 de enero JESÚS ES NUESTRO SUMO SACERDOTE

Lección 2  | Miércoles 5 de enero JESÚS ES NUESTRO SUMO SACERDOTE Hebreos 5 al 7 presenta una segunda función de Jesús. Él es nuestro Sumo Sacerdote.  El  autor  explica  que  esto  cumple  una  promesa  que  Dios  le  había hecho al rey davídico prometido, de que él sería “sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec” (Sal. 110:4; citado en Heb. 5:5, 6). Lee Levítico 1:1 al 9; 10:8 al 11; Malaquías 2:7; Números 6:22 al 26; y Hebreos 5:1 al 4. ¿Qué funciones cumplía el sacerdote? Los sacerdotes fueron designados para representar a los seres humanos y mediar en su relación con Dios y las cosas que le conciernen. El sacerdote era un mediador. Esto valía para cualquier sistema de sacerdocio, ya fuera israelita, griego, romano o cualquier otro. El  sacerdote  instrumentaba la  relación con Dios, y toda su ocupación apuntaba a facilitar la relación entre el pueblo y Dios. El sacerdote ofrece sacrificios en nombre de los seres humanos. El pueblo no puede llevar estos sacrificios a Dios personalmente. El sacerdote sabe cómo ofrecer un sacrificio “aceptable” para que nuestros dones sean aceptables ante Dios, consiguiendo la purificación, o el perdón. Los sacerdotes también enseñaban la Ley de Dios al pueblo. Eran expertos en los mandamientos de Dios, y se encargaban de explicarlos y aplicarlos. Finalmente, los sacerdotes también tenían la responsabilidad de bendecir en nombre de Yahvé. A través de ellos, Dios mediaba su buena voluntad y su propósito benefactor hacia el pueblo. Sin embargo, en 1 Pedro 2:9, hay un avance. Los creyentes en Jesús recibimos  el  título  de  “real  sacerdocio”.  Este  rol  implica  privilegios  increíbles.  Los sacerdotes podían acercarse a Dios en el Santuario. Hoy, podemos acercarnos a Dios confiadamente mediante la oración (Heb. 4:14–16; 10:19–23). También hay  responsabilidades importantes. Debemos colaborar con Dios en su obra de salvar al mundo. Él quiere que les enseñemos y les expliquemos sus leyes y sus preceptos a los demás. También quiere que ofrezcamos sacrificios de alabanza y buenas obras que le agraden. ¡Qué privilegio y qué responsabilidad! ¿Qué  diferencia  debería  marcar  en  nuestra  vida  el  ser  hechos  “real  sacerdocio”? ¿Cómo debería afectar nuestra manera de vivir esta realidad?

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