Pablo: Reavivado por una pasión
viernes, 27 ago. 2021
¡250.000 dólares por un viaje!
“Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos todos los pecados” (Colosenses 2:13).
Stephen Hawking murió el 14 de marzo de 2018. A los 21 años comenzó a enfrentar una larga y penosa enfermedad degenerativa: esclerosis amiotrófica. En principio solo le daban tres años de vida, pero fueron 55 años más con un cuerpo cada vez más deteriorado pero una mente cada vez más brillante. Se doctoró en Física. Fue astrofísico, cosmólogo y divulgador científico. Se casó, tuvo tres hijos y escribió decenas de libros. Al principio usaba dos bastones; después necesitó muletas. Posteriormente, se resignó a una silla de ruedas.
El mayor sueño de Stephen Hawking era estar en el espacio. “Es hora de explorar otros sistemas solares. Extendernos puede ser lo único que nos salve de nosotros mismos. Estoy convencido de que los humanos necesitan abandonar la Tierra”, decía.
Hawking anhelaba volar al espacio. En parte pudo y cumplió su sueño. Si bien nunca pudo viajar al espacio, el 26 de abril de 2007 fue un día glorioso para él. En esa ocasión, logró liberarse de la silla de ruedas en la que llevaba décadas confinado debido a su enfermedad, y durante dos horas voló a bordo de un Boeing 727-200 (adaptado para la ocasión) de Zero Gravity Corp. Durante 120 minutos, Hawking saboreó la ingravidez. El costo del paseo fue de 250.000 dólares.
Hawking soñó, deseó y planeó ir a vivir al espacio y llevar a la humanidad. Quiso, pero no pudo. Felizmente, hay otro que quiso, quiere y puede. Nos dio vida estando muertos en nuestros pecados. Las profecías bíblicas se están cumpliendo inexorablemente, las naciones se han llenado de ira, el Juicio Final es inminente. Es tiempo de recompensar a los santos y destruir a los que destruyen la Tierra.
Cuando el Señor regrese, todos los tesoros del Universo se abrirán ante los redimidos de Dios. “Libres de las cadenas de la mortalidad, se lanzan en incansable vuelo hacia los lejanos mundos; mundos a los cuales el espectáculo de las miserias humanas causaba estremecimientos de dolor, y que entonaban cantos de alegría al tener noticia de un alma redimida [...]. Soles y estrellas y sistemas planetarios que en el orden asignado circuyen el Trono de la Deidad” (Elena de White, El conflicto de los siglos, p. 736).
El dueño de la física, de los astros, del cosmos y del Universo ha firmado su promesa con su propia sangre. La hora de la partida está muy cercana. El viaje está pago, y no es por poco tiempo; ¡es para toda la eternidad! ¡Vamos!
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