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martes, 17 de agosto de 2021

Lección 08 Martes 17 de agosto HUIR

Lección 08 Martes 17 de agosto HUIR Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la enfermedad más común en todo el mundo, que afecta a más de trescientos millones  de  personas  cada  año,  no  siempre  presenta  síntomas  visibles.  La depresión es la principal causa de discapacidad en todo el mundo y es uno de los principales contribuyentes a la carga mundial de morbilidad. Lamentablemente, no se habla de depresión con frecuencia en el cristianismo,  por  considerarla  una  señal  de  falta  de  fe.  Después  de  todo,  ¿no  se supone que los cristianos siempre deben estar llenos de gozo y felicidad, y cosas por el estilo? Entonces, la depresión, ¿no es una señal de que algo anda mal en nuestra relación con Dios? La mayoría sabe que esto no es cierto. Incluso los cristianos, los cristianos  fieles,  a  veces  pueden  luchar  contra  la  depresión,  especialmente después de un hecho traumático, y esto no es una señal de falta de fe ni de confianza en Dios. Una vez más, uno puede leer los Salmos y ver el dolor, el sufrimiento y la angustia que sufrió el pueblo fiel de Dios. A veces, la depresión se apodera de nosotros en forma lenta y silenciosa, y la reconocemos solo cuando se afianza y ejerce control. A veces ataca rápidamente, después de un acontecimiento físico o emocional especialmente agotador. Por ejemplo, el fiel profeta de Dios, Elías, estaba completamente agotado, emocional y físicamente, después del evento del Monte Carmelo. En 1 Reyes 18, Elías acaba de ver el milagro del fuego de Dios que descendió del cielo. En respuesta a su oración, vio caer lluvia y poner fin a una sequía de tres años. ¿Por qué Elías sale huyendo en reacción a la amenaza de Jezabel? Lee 1 Reyes 19:1 al 5. Elías ha tenido 24 horas muy agotadoras. Esta experiencia, junto con un brusco despertar y una amenaza de muerte, sirve como desencadenante de depresión para Elías. Así que, Elías comienza a correr en un intento por escapar. A veces nosotros corremos al refrigerador y tratamos de recuperar la felicidad comiendo. A veces intentamos sosegar nuestro agotamiento emocional. A veces buscamos una nueva relación, trabajo o lugar en nuestro afán por escapar. Y a veces nos sumergimos en más trabajo, más fechas de entrega y reuniones, mientras nos concentramos en huir de algo sin nombre que agota nuestra alegría y nuestro descanso. Y, por supuesto, muchos utilizan “medicamentos” de algún que otro tipo en un intento de aliviar el dolor. Sin embargo, al final, estas cosas solo disfrazan los síntomas; no resuelven el problema y, a menudo, solo lo empeoran.

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