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miércoles, 25 de mayo de 2022

Matutina para Adultos

Nuestro maravilloso Dios 
 miércoles, 25 may. 2022 
 «Dios está en los detalles» 

 «Jesús entró otra vez en la sinagoga; y había en ella un hombre que tenía una mano tullida». Marcos 3: 1, DHH 

  CRECÍ EN UN BARRIO DE CARACAS en el que era muy común llamar a la gente por apodos. En la mayoría de los casos, el apodo era el producto de un defecto físico de la persona, o de algo que hacía mal. Lo más curioso de este hecho no era tanto el apodo en sí, sino que en algunos casos nunca sabíamos el verdadero nombre de la persona, mucho menos su apellido. ¿Cómo es que, durante años, llamábamos por su apodo a una persona sin tomarnos la molestia de saber al menos su nombre?

A mi mente vinieron estos recuerdos cuando pensé en el hombre del cual habla nuestro texto de hoy, en ocasión de su visita un día sábado a la sinagoga. Una versión de la Biblia dice que el hombre «tenía seca una mano» (RV95). Otra dice que el hombre tenía «la mano paralizada» (NVI). Todavía otra dice que «tenía una mano tullida» (DHH). Me pregunto cómo lo llamarían en el pueblo: «¿El tullido»?, «¿El paralítico?», «¿El hombre de la mano seca?».

Es aquí donde entra en juego el título de nuestra reflexión para hoy: «Dios está en los detalles». (Este dicho, por cierto, ha sido atribuido al escritor francés Gustave Flaubert.)* En una sinagoga que, por lo general, se llenaba los sábados, ¿por qué Jesús fija su atención precisamente en este hombre? Estamos hablando de un tiempo en el que los paralíticos, los ciegos, los sordos, tenían que mendigar para subsistir. Este hecho los colocaba en el lugar más bajo en la escala social; y les tocaba sufrir la vergüenza de tener que depender de la caridad ajena para sobrevivir. ** ¡Y el Señor se fija justo en él!

Mateo y Marcos dicen que «tenía seca una mano». Y Lucas añade que era «la mano derecha» (Luc. 6:6). Definitivamente, Dios está en los detalles. Este es el Dios que observa a una viuda colocar dos centavitos en el arca de la ofrenda, mientras los ricos echaban cuantiosas sumas. El mismo Dios que vio a Natanael cuando oraba debajo de la higuera, y a Zaqueo subido a un árbol de sicómoro.

Ese día, en la sinagoga, el Señor pidió al hombre de la mano seca que se levantara, y luego lo sano de su mal (ver Mar. 3: 3-5). Pero ese fue el segundo milagro del día. El primero se produjo cuando, de todos los presentes, la atención del Salvador se fijó precisamente en él. ¿No es también un milagro que el Señor se haya fijado en ti y en mí?

Gracias, Jesús, porque te interesas en los detalles de mi vida. Y también porque notas aun mis pequeños esfuerzos para agradarte.

* Bartlett's Familiar Quotations, 16:1 ed., Little, Brown and Company; 1992, p. 783.

** Albert Nolan, Jesus before Cliristianity, Orbis Books, 1999, p. 29.

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